La reacción de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá ante los recientes atentados producidos por artefactos explosivos en la capital confirmó la estrecha –y lamentable– relación entre el miedo del pueblo y las decisiones electorales.
Los candidatos, curtidos políticos, saben perfectamente que una poderosa arista dentro de una campaña electoral colombiana de los últimos tiempos consiste en  señalarle al pueblo una situación de terror, para luego alzarse como la alternativa que le pondrá fin a la horrible noche.  

Así nos tuvo embrujados Uribe por ocho  años –y quería más–, mostrando en una mano el monstruo que nos acechaba, y con la otra revelándose él como el único capaz de aplacar la razón de todos nuestros miedos. Hoy coinciden los titulares de los atentados en Bogotá con la noticia que anuncia los señalamientos a altos oficiales del Ejército como autores de siete atentados en vísperas de la segunda elección de Álvaro Uribe. Carros bomba orquestados por un coronel, un mayor, un capitán y un teniente, que luego le atribuían a las Farc, y que seguramente generaban evidencia suficiente que demostraba que el terror podía volver si se iba el mesías. 

El miedo impulsa la mano del votante. No se debe olvidar que así, también, fue como llegó Juan Manuel Santos a la Presidencia en su primer mandato. Muy al estilo de quien lo consideraba su ficha política, Santos le mostró al pueblo colombiano que él era la única mano dura capaz de seguir con el legado de quien era capaz de aplacar nuestros temores.

Ante los atentados de Puente Aranda y la avenida Chile, en Bogotá, el candidato Rafael Pardo fue el primero en reaccionar. No solo apareció en el lugar de los hechos, sino que subió un video a su cuenta de YouTube, que hasta el momento tiene más de 1.250 reproducciones, y aseguró enfáticamente que “no se puede revivir el terrorismo en Bogotá”.

Por su parte Francisco Santos, candidato del Centro Democrático, inmediatamente dijo, refiriéndose a los hechos, en su cuenta de Twitter: “¿Terrorismo? Muy posible. Bienvenidos al pasado”. 

Los tiempos que anuncia Pacho son los mismos tiempos que pusieron a Uribe en el poder de manera tan contundente que nadie lo ha podido bajar. Allí sigue, intocable, perfecto, un gamonal erudito, un todopoderoso, el salvador de todos los tiempos. El miedo lo capitalizó tanto que, aún hoy, cuando todos a su alrededor terminan investigados y presos, sigue siendo, para muchos, la imagen del antídoto de los días de terror.

Intentar firmar un acuerdo de paz en Colombia vale la pena, aún más cuando nos permite imaginarnos la incomodidad de los políticos carroñeros, tan acostumbrados a lucrarse con los tiempos de sangre. Tendrán, quizá, que reinventarse sus discursos. La idea de la paz, sin duda, dejará a algunos sin libretos.

Qué deseable sería un terreno político donde los ciudadanos pudiéramos votar con libertad, exentos de ese escenario de miedo sobredimensionado e instrumentalizado que, como el hilo de una marioneta, gira la mano del votante en la dirección de una pasión sin importar nada más. Ni siquiera los métodos.

@ayolaclaudia
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