La paz y el voto son blancos
Llevamos el arenal adentro, la joroba/en el alma/También están el oasis casual, el lejano espejismo/Todo eso que en verdad no es solo/una metáfora” Rómulo Bustos Aguirre.
Las cosas no pueden ser o no pueden darse, si de alguna forma –todavía incomprensible– no existen anteriormente en lo más recóndito de los hombres. Si algo tiene el amor, a pesar que desconocemos cómo, dónde o por qué nos pertenece, es que darlo a los demás es una prueba irrefutable de su existencia. El amor deja de ser una metáfora cuando ocurre el encuentro con el otro; entonces se vuelve real, tan real que se convierte en una expresión de nuestra naturaleza, en una pizca reveladora de lo que bulle secretamente en el infinito interior de cada uno. Cuando el ser humano entrega algo de sí mismo, queda expuesto; porque aquello que se da, es aquello que se tiene, o, dicho de otra manera, y para entrar en materia, el hombre no puede dar de lo que carece.
Con EL HERALDO del domingo llegó el Informe Conjunto de la mesa de conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, Farc-EP. Como diría El Flecha, personaje memorable creado por el escritor David Sánchez Juliao, “cipote nombre grande pa’ tres salones”. Sí, tremendo título que apenas contiene el informe de los dos primeros puntos de la Agenda. Sin embargo, en esa especie de fotocopia colegial que llegó a nuestras manos, parece volverse real el esfuerzo de ambas partes por terminar el conflicto, y construir para Colombia una paz estable y duradera. Después de haberlo leído me quedaron, entre otras, dos emociones persistentes.
La primera es que de llegarse a concretar un Acuerdo Final elaborado con la rigurosidad con que se desarrollaron esos dos primeros puntos, y de cara a la construcción de una Colombia más igualitaria y productiva, estaríamos frente a una verdadera revolución. La segunda, acrecentada día a día por las cosas que se ven en el escenario político, es que de llegarse a patentizar que dicha negociación se reduce únicamente a retórica politiquera, estaríamos entonces frente a una auténtica prostitución. Pero, todo apunta a que nuestra paz seguirá siendo una utopía, porque no se puede dar de aquello que no se tiene, y en la medida en que sigamos apostándole a una paz procedente de un manual bien redactado, en lugar de a una paz enraizada en la conciencia individual, el resultado será un fracaso. Pero, ¿de dónde podría surgir ese estado de conciencia? ¿Cuál ejemplo nos inspira? Si bien el juego de la política es maquinador y zancadillero, la reciente Convención Conservadora, y lo ocurrido anteriormente en la del Centro Democrático, confirman que el ejercicio de la nuestra es asqueroso, y que al interior de la mayoría de los dirigentes hay de todo, menos vocación de paz. Porque no hay paz sin justicia, no hay justicia sin hombres íntegros, y, si los líderes no lo son, el pueblo sigue su ejemplo.
Por eso hay que castigarlos mediante el voto que encarna nuestra voluntad de paz: el voto en blanco, ese “que en verdad no es solo una metáfora.”
berthicaramos@gmail.com
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