El Heraldo

La necesidad de ‘venderse’

Denuncias recientes que dan cuenta del florecimiento del millonario negocio turístico de la pedofilia y la prostitución infantil tienen estremecido al país y, como colofón de telenovela, salta una reina como proveedora del producto para casi 30 compradores y anfitriona de la fiesta para la entrega en el idílico ambiente de las Islas del Rosario. Niños y niñas adolescentes y jóvenes en busca de salida a la sinrazón de sus vidas, conseguir cruzar la línea de la discriminación y la pobreza y alcanzar un sitio en la zona de confort económico de los que pueden pagar por el uso y abuso de lo único valioso y apetecido de sus personitas: el ano y la vagina. Así de duro y horrendo.

Pero más horrenda y asquerosa es nuestra sociedad, única generadora de la desigualdad brutal que propicia en los malvados tal avidez por el dinero, como para imaginar y desarrollar un negocio tan cruel y miserable. Y también exonera y hace la vista gorda ante la realidad del negocio del sexo prepago si se trata de chicas o chicos de 18, para evitar el peso de la ley: gran diferencia.

Tengo la certeza de que cualquiera de esos niños y niñas daría media vida por haber tenido un destino un poquito menos amargo que le hubiese permitido tener una familia normal, vivienda digna, educación, alimentación; en fin, eso que la mayoría de los lectores de este periódico hemos tenido garantizado, y que aquellos que no lo tuvieron pero lograron torcerle el pescuezo a un destino maldito, buscan evitar en sus descendientes con el exceso. Pero hay mucha más gente en pobreza extrema que buena suerte o acceso a oportunidades estatales, y la necesidad los dirige a los negocios torcidos y a negociar lo único de valor que queda en familia: el cuerpo de los niños y niñas tan apetecido por una manada de machos degenerados, enfermos, pero con dólares para pagar semejante asquerosa desviación sexual.

La reina cartagenera a quien señalan de buscadora de nuevas presas debe tener un entorno duro del que se desprendió con su belleza en un reinado popular que, dicho sea de paso, como el del Carnaval en Barranquilla, es gran escenario y excelente pasarela para complacencia de los bajos instintos de unos machos insaciables, disfuncionales sexualmente y enfermos mentales que solo hallan satisfacción a través del cuerpos infantil, por el que pagan millones de pesos cuando les garantizan, firmado por médico, la virginidad.

Una vez la canciller Holguín expresó que donde haya hombres habrá prostitutas refiriéndose al sonado caso de los agentes secretos de Obama, pues se quedó corta, porque el complemento era: y donde hay miseria y el Estado es un faltón, porque los clientelistas se roban la inversión social, siempre habrá niños y niñas, cada vez más infantes, para comerciar y sobrevivir familias enteras. Por eso soy enemiga acérrima de los concursos de belleza para menores, porque no son sino tarima de exhibición y estímulo para los desgraciados que habiendo sido violados muy niños no logran placer sino repitiendo el abuso. Sí, esto es Colombia turística, mis amores.

losalcas@hotmail.com

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