El Heraldo

La mujer, ¿altruista o egoísta

Digamos, en primer lugar, que el altruismo es la tendencia a procurar el bien de las personas en forma desinteresada, aun a costa del interés propio. El egoísmo no lo voy a definir porque es lo que practicamos todos los días.

Es un riesgo opinar —en tan pocas líneas— sobre un tema tan sensible. Pero es una discusión que se está dando en el mundo sobre cómo la tecnología ha ido cambiando el estatus de la mujer.

En las sociedades del pasado, las mujeres siempre producían más alimentos que los hombres: mientras aquellas se dedicaban a la recolección, estos eran preponderantemente cazadores.

Hace 5 mil años, los seres humanos idearon la manera de elaborar objetos con metal; con este material construyeron el arado y lograron domesticar animales que tiraran de este. Así, se pasó de la horticultura a la agricultura; y este cambio puso al hombre, poseedor de la fuerza, en una posición dominante en el hogar, socavando el estatus de las mujeres, que quedaron a cargo de actividades subsidiarias.

Con la llegada de la industrialización —que pone en funcionamiento máquinas sofisticadas mediante el uso de formas avanzadas de energía—, en un siglo, la sociedad se transformó más de lo que lo había hecho en miles de años; y aquí la mujer empieza una larga lucha por su emancipación. Hoy, con la energía nuclear y la revolución de la información, el mundo ha cambiado para siempre. Ya no es necesaria la fuerza, y pareciera que la mujer está mejor dotada para ejercer el poder en esta nueva sociedad.

No obstante, todas las cosas buenas tienen un lado negativo. La vinculación del trabajo al mercado y al salario condujo progresivamente a una desvalorización del trabajo doméstico, y los grandes perjudicados fueron los hijos.

Antes, el hombre no era tal si no tenía la capacidad de sostener a la familia. Ahora, ambos deben desarrollar funciones productivas, deben realizar extenuantes jornadas laborales y largos desplazamientos a los sitios de trabajo. No hay tiempo para cuidar hijos, que quedan en manos de auxiliares o en impersonales guarderías, y sus padres viven con sentimientos de culpa por no disponer de tiempo para favorecer su crecimiento y desarrollo.

De esta crisis, algunos sociólogos conservadores están planteando un dilema que las mujeres deberían resolver. Según ellos, las mujeres que deciden sacrificar su desarrollo profesional para cuidar y proteger a sus hijos son altruistas, porque ofrendan su yo en beneficio de los otros. Aquellas que privilegian su desarrollo profesional tendrían una actitud egoísta, porque centran el eje de su vida en ellas mismas, afectando su entorno.

Es probable que este sea un falso dilema, aunque en los países industrializados podría tener validez. De hecho, en París aproximadamente la mitad de las mujeres prefiere vivir sola, sin una pareja estable que les amargue la vida y obstaculice su desarrollo personal. En América Latina la situación es distinta. Casi el 50% de los niños solo tienen a su madre —porque aquí los hombres sí somos egoístas—, y estas altruistas mujeres están obligadas a cuidar y a trabajar para proteger las vidas de sus hijos.

joseamaramar@yahoo.com

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