El Heraldo

La guerra de los niños

“Que la guerrilla libere a todos los niños que ha reclutado”, usted lo dice con una inconmovible convicción y con la seguridad de que se hará justicia; solo que si les preguntara a los niños que están en la guerrilla, se llevaría una sorpresa.

Oiga de entrada los testimonios que revelan que los niños no fueron obligados y que la historia de esos reclutamientos es otra. El sociólogo Camilo Bácanes adelantó un juicioso estudio con niños desvinculados de esos grupos armados (Farc, ELN y paramilitares) y, basado en sus testimonios, llegó a una percepción, que es la que comparto con los lectores de esta columna.

Según el estudio, antes de que el niño ingresara a la guerrilla, ya vivía en ambiente guerrillero. En esas regiones la guerrilla es parte de la vida de la gente: el hermano, el tío, el papá del niño hacen parte de la gente armada que va y viene por los pueblos, que alterna con la gente en la cantina, en el asadero o el mercado, a quienes se les ve en la plaza, en las calles y hasta en la cancha de fútbol. El acercamiento es tal que, forzosamente, el pensamiento del niño lo lleva a preguntarse ¿por qué no ser como ellos? El atractivo del uniforme, la seducción de las armas, la ilusión del poder y de ser respetados y temidos, y, ¿por qué no? la posibilidad de ganar dinero. Junte usted todos esos considerandos y el resultado es el guerrillero mirado como héroe, desde la pequeña estatura del niño, y la entrada a la guerrilla como un sueño infantil.

Si usted, como salvador de esos muchachos, plantea su salida de las filas como una liberación, lo menos que le dirán es que está mal informado. Que ellos no necesitan “su liberación”.

Y no crea que es porque les lavaron el cerebro. Uno de los datos que leí con sorpresa fue el que recogieron después de entrevistar a decenas de reinsertados: solo uno explicó la ideología como causa de su ingreso a la guerrilla: “me gusta así porque mucha, muchísima gente que es rica quiere tener a los pobres humillados, y eso no va con ninguna guerrilla”.

Al examinar los motivos de estos muchachos los investigadores han reunido un haz de causas: la pobreza, el gusto por las armas, el deseo de venganza, la tradición familiar, la violencia en casa, la amistad con algún guerrillero, el aburrimiento, la necesidad de protección, la simpatía ideológica. (Cf Álvarez Correa y Aguirre en Guerreros sin sombra, niños y jóvenes vinculados al conflicto armado.)

Al cambiar los factores que los llevaron a la guerrilla se producirá una liberación de verdad.

En los 90 la guerrilla ocupaba 173 municipios, 10 años después fueron 622. Un Estado presente en esos espacios vacíos cambiaría el horizonte de los niños.

El 25% de las niñas y el 15% de los niños en las filas llegaron huyendo de la violencia en casa. Un hogar normal sería para ellos la verdadera liberación.

“A menos escuelas más niños desocupados para la guerrilla”. Escuelas bien dotadas y enseñanza de calidad significan liberación para los niños.

La propaganda de las Fuerzas Armadas que muestra las armas como referentes de vida y de libertad hizo lo suyo. Otros símbolos, otros ideales, un ambiente no contaminado por la guerra los liberaría desde dentro.

En conclusión: eso de que la guerrilla libere a los niños o es ignorancia de lo que está pasando, o mala fe, o truco de las medias verdades publicitarias. La molesta verdad es que entre todos empujamos a los niños a los brazos y las filas de los guerrilleros.

Jrestrep1@gmail.com

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