La corronchera sale
No es que uno sea corroncho, básico o agrario, como dicen ahora; pero a veces ocurren casos que lo ponen a uno a dudar. Me sucedió en un supermercado de Nueva York, cuando estando frente al estante de las verduras, escuché un sonido agudo, seguido por un chorro de agua, que brotando con fuerza de varios aspersores, empapó todo el estante y el piso. Sorprendido por lo extraño del caso, corrí alarmado en busca de alguien a quien reportarlo. ¿Sería un conato de incendio que activó los extintores para sofocarlo, o una señal de alarma? ¿Qué sería? En un segundo pasaron por mi mente toda clase de suposiciones negativas, y afortunadamente no encontré a quien reportarle la supuesta emergencia, porque pocos segundos después, el chorro paró y todo volvió a la normalidad. Me pareció extraño que los gringos, psicóticos de emergencias, no hubieran acudido en el acto al lugar de los hechos; que no sonaran las alarmas; que no aparecieran bomberos con trajes de asbesto, hachas y mangueras a sofocar el conato de incendio. Entonces, con disimulo me acerqué a un dependiente, con cara obviamente de latino, pues me daba pena averiguar con un gringo lo que estaba pasando, y el cubano me contestó: “Mira, chico, eso la hacen cada cuatro horas para hidratar y mantener frescas las verduras”.
¿Cómo podía yo pensar que todo ese escándalo era solo para echarle agua a las verduras, cosa que en mi tierra no se da? Entonces recordé el refrán que dice “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda”. Pelé el cobre y me salió el fondo de corroncho tercermundista que llevo dentro, pero que Dios compensó con una alta dosis de malicia indígena, para no haber dado la alarma, pensando que se trataba de una grave situación.
Antonioaceia32@hotmail.com
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