Jugando a demoler
El viernes pasado una noticia que apareció en este periódico captó la atención. Es una de esas cosas absurdas y divertidas que suelen suceder en Macondo.
La noticia en cuestión se titulaba así: “Distrito ordena demoler edificio construido en casa patrimonio”. A primer golpe de vista, uno dice,“¡guau, al fin se pusieron las pilas en el ente distrital que vela por lo urbano!”.
Pero vemos la foto de un edificio que parece nuevo, un ecléctico remedo de arquitectura republicana, y nos preguntamos: ¿van a tumbar eso? Y entonces, tras esa pregunta, aparecen muchas otras, como si se abriese una pústula que tapaba otra cantidad de erupciones calladitas, listas a aflorar.
Si uno va a la dirección que dice en el periódico, encuentra un edificio pequeño en una animada esquina del barrio, en cuya planta baja funciona una tienda. Mira para arriba y se pregunta, ¿qué van a hacer con todos los que viven aquí?
¿En serio piensan demoler el edificio? ¿Puede ser cierto ese desperdicio de recursos? Y si es en serio, ¿como para qué? ¿En serio creen que se puede construir de nuevo la casa-patrimonio igualita como estaba antes?
Antes de usar nuestros impuestos para tumbar un edificio ilegal, como muchos otros en Barranquilla, muéstrennos la foto de cómo es que va a quedar la casa que estaba allí anteriormente. Porque en un corto sondeo entre los vecinos esta es la situación en contexto: allí había una casa abandonada, dilapidada, que era un foco de delincuencia.
Cerquita a donde yo vivo y en muchas otras cuadras de la ciudad hay preciosas casas, que no son patrimonio y que están siendo demolidas simplemente porque el terreno vale más que ella. Es decir, sirve para hacer uno de esos rascacielos que nos hacen creer que estamos en la Metrópolis de Supermán.
Si quieren castigar a alguien empiecen por rastrear a los dueños de la plata que se habrá pagado para que se pudiera seguir la construcción del edificio en mención. Pueden multar al edificio y a los funcionarios corruptos y con ese dinero arreglar un parque. O usar ese dinero para crear un centro de albergue a tantos necesitados sin techo que andan por la ciudad.
El tema de las casas patrimoniales es un problema muy grande y complejo. Decretar algo como patrimonio no evita su deterioro si no hay los recursos para mantenerla. Esa casa patrimonial que fue tumbada, seguro que ya no había quien la pudiera atender, como hay tantas otras en la ciudad.
Nada gana la ciudad tumbando un edificio que ya se construyó. Es un desperdicio y una maldad que recuerdan a las hordas que entran a sitios en guerra, arrasando todo a su paso.
Queremos que se ejerza control urbano, sí, pero no al final. Como muy bien sabemos decir aquí: “ya pa’ qué!” Sigamos jugando a demoler, a matar árboles, erradicar iguanas, a sembrar cemento. ¿Pero que la obsesión llegue a proponer hechos irrisorios?
Usemos la inteligencia y busquemos otras soluciones más racionales. Ese simple edificio ha destapado cañerías que huelen mal y que señalan caminos de podredumbre ubicados en otras zonas urbanas, muy lejos de las bellas vistas que adornan con su nombre a esa parte noble de la ciudad.
columonica@hotmail.com
Más Columnas de Opinión
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
Un faro de esperanza para la juventud
En medio del vendaval de desafíos que enfrenta la juventud contemporánea, marcada por la sombra ominosa de trastornos mentales que irrumpen cada vez más temprano en sus vidas, surge la necesidad imperiosa de tenderles una mano firme, de ofrecer
Café entre Evas
“Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mu
Para el Descanso
La revisión de los titulares de prensa, o de cualquier otro medio de comunicación, se ha convertido en una seguidilla de sobresaltos. Quizá sea porque en estos tiempos todo se actualiza permanentemente, o porque la dependencia del clic induce l