Es evidente, lo presenciamos a diario, que la modernidad, la tecnología arrolladora y veloz, las distancias desaparecidas, las comunicaciones inmediatas, todo, como en un torbellino que nos envuelve sin darnos respiro, como una vorágine que nos arrastra a algunos para bien o a otros para mal, todo ello nos pone de frente a un cúmulo de esperanzas y al mismo tiempo a un temeroso panorama de incertidumbres. Es lo que llama Russell la enorme cercanía de dos extremos antagónicos: el cielo y el infierno en un pequeño círculo.
Porque el panorama mundial, para no meternos en un análisis de Colombia sobre el cual repetiremos verbos a cada momento, es un panorama indescifrable. Observamos los fantásticos progresos y adelantos en infraestructuras despampanantes, como cuando leemos que en Dubái, por ejemplo, se proyectan construir cien islas mar profundo, crearlas, sacarlas del océano, para cien desarrollos urbanos nuevos, elegantísimos barrios o comunas que tendrán aeropuerto propio. O cuando nos relatan que el próximo avión de pasajeros a propulsión recorrerá la distancia Nueva York -Londres en dos horas cuarenta y cinco minutos. 0 cuando nos sorprendemos al ver resultados de la investigación médica en Japón y Dinamarca que permitirán casi el cien por ciento de control o eliminación a los cánceres más peligrosos del ser humano en menos de pocos años.
Sí, todo ello sorprende por lo rápido, eficaz, beneficioso para la humanidad. Pero, ¿cómo es posible que al mismo tiempo persista una amenaza de guerra nuclear porque al jovencito presidente de Corea del Norte le gusta jugar a ver despegar los misiles atómicos? ¿Cómo puede el mundo aspirar hacia la izquierda cuando medio continente africano no tiene energía por las noches, o cuando hay un analfabetismo en la India del 18% sin compromisos de años en economía, ni interés social y desarrollo comunitario, o como vemos a la Unión Europea que se quebranta sorpresivamente porque Gran Bretaña rompe el juramento de hace treinta años en torno a un solo continente, una sola unión, un solo concepto?
Nos preguntamos, por ejemplo, cómo puede imponerse tanto la fuerza y el engaño en países como Nicaragua y Venezuela por parte de sus gobernantes, que llegan al extremo de conferir títulos de miseria colectiva a sus ciudadanos en porcentajes altísimos, sin permitir que mal llamadas democracias respiren o agarren oxígeno? No sabemos hoy día que piensa Putin, el gobernante ruso que hoy protege a Ucrania y mañana la invade, no podemos adivinar cómo él ambiciona los minerales perecederos de sus antiguos aliados y cómo mide las relaciones de vecinos ante la presencia de los tesoros de la tierra subterránea.
Es difícil, muy difícil saber para dónde camina el mundo. Tenemos muy presente siempre el ideario de Spencer cuando advertía que no siempre tuviésemos, como humanos, prevención, cautela, prudencia, alerta, porque en el mundo convivían permanentemente cuerdos y locos pero los últimos siempre ganaban las competencias. Y es verdad, porque las grandes conflagraciones mundiales se sucedieron porque los locos desde Herodes, pasando por los Atilas, el Nerón psicópata, o el Hitler ególatra y muchos que registra la historia supieron por años descuadernar a la humanidad. Es por eso que no sabemos cómo amanecerá el mañana y como podrá ser el futuro de nuestros nietos.
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