Hay que revirarles
“Perro que ladra no muerde”, decían las abuelas si oían de algún bocón que se las daba de bravucón. Lo vimos con Chávez el día que el rey Juan Carlos públicamente lo mandó a callar, y ovejito calló. Y hay tremenda diferencia entre Chávez y Maduro, y tremenda diferencia entre la situación política de la era Chávez y el actual momento.
Santos cede demasiado para proteger el proceso de paz. Ceder a la guerrilla hasta estratégico podría ser. Pero sin olvidar que tiene la ventaja: el Gobierno manda. El retador en el boxeo, el visitante en el fútbol, el vendedor en las compraventas, hasta el varón en los preliminares amorosos, conscientes de su desventaja, tantean, le miden el aceite al otro, a ver hasta dónde es capaz de arriesgar, qué tantas ganas tiene, hasta dónde está dispuesto a dejarse. Y entonces, trazan estrategias, miden posibilidades, avanzan y, si les dan papaya, terminan ganando. Pasa siempre, pero sobre todo en los procesos de negociación, que sobre ello hay hasta especiales cursos a los que, al parecer, nuestro Gobierno no asistió, o los perdió. Existe, además, el cercano antecedente de Pastrana, quien se dejó medir el aceite, evidenció demasiadas ganas, no se paró en la raya, y terminó tirando la toalla.
¿Ceder ante Maduro? Ya es poco lo que podría hacer contra las negociaciones. Maduro no las tiene todas consigo, y lo sabe bien. Más de medio país no lo quiere, la economía está insostenible, los billetes no entran pues el precio del petróleo anda por el suelo, y más el del crudo venezolano, pesado y toca mezclarlo. Hay desabastecimiento, la gente está inconforme, e incluso entre su mismo equipo de gobierno hay malestares, y ciertas ganitas de moverle la silla. Por eso ladra tanto, no sabe qué inventar para parecer fuerte y, claro, inventa meterse con Colombia, que no le revira.
Obvio, están los conductos diplomáticos. Pero deben usarse con real dureza, sin boberas, con talante. Maduro, como la guerrilla, se está pasando de piña. Así que ya estuvo suave de aguante: Hay que revirarles.
Coletilla: Comenzó como una pequeña reunión en el corredor de un centro comercial, donde tres o cuatro amigos lo rodeaban para escuchar sus anécdotas y sus planteamientos sobre los principios morales y los valores humanos. El grupo se volvió consuetudinario y cada vez más numeroso, al punto que el centro comercial resolvió destinarle un área especial, y la cosa se tornó en una muy concurrida charla formativa semanal. Iban a escuchar a un hombre nacido en San Juan de Nepomuceno, municipio del cual fue dos veces alcalde, galardonado como el mejor de Colombia. Por años presidente e impulsador de lo que gracias a él es hoy por hoy Promigas, y gestor del béisbol profesional del Caribe, todas sus variadas actividades estuvieron siempre regidas por la amistad, la rectitud y la pulcritud. Deja un gran vacío la ausencia de Manuel González Angulo. Paz en su tumba. Y solidaridad para Carmen Guardela y sus cuatro hijos.
rzabarainm@hotmail.com
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