Hay que replantearla
Nadie en sus cabales puede estar en contra de la paz. Nadie tampoco puede negarle a Santos su gran esfuerzo en procura de que las negociaciones con la narcoguerrilla terminen siendo un éxito, y se firme un acuerdo de paz. A nadie le importa si lo hace por ganarse un Nobel, o por convicción; lo importante es que lo logre. Nadie puede ignorar que aunque se trate, ahí sí, de cuatro gatos, ese pequeño grupo afecta a toda la nación, asesina soldados y policías, altera la convivencia y, pese a que John Kelly, el comandante del Ejército gringo los equiparó con Al Qaeda, hay que pactar con ellos. Pero sin exagerar. Sin pasarse de piña. Claro que hay que tragar sapos, pero digeribles. Todos entienden que nadie se sienta a negociar para que lo muelan, pero tampoco para imponer condiciones, y ni el Gobierno ni el país pueden salir molidos.
Todo indica que para que la cosa fluya, Santos debe, rápidamente, cambiar buena parte de su equipo de gobierno, que no logra convencer, y de negociadores, que no saben negociar. Lo hacen mal, y lo asesoran mal. A los que no boten, a los santistas de los otros poderes públicos, y a los santistas fuera del Gobierno, Santos debe atemperarlos, so pena de que su favorabilidad quede bajo cero, tal es la declinación que muestra. Es que la soberbia, la intemperancia, las actitudes atropelladoras y la ceguera que frente a la realidad nacional exhiben, están cada día complicando y desprestigiando más ante el país el proceso de una paz por todos anhelada.
Lo de las encuestas no obedece, como quieren vender, a que se hicieron en seguida de la masacre del Cauca. No. Eso solo develó el sentir de la gente, que viene siendo ignorada, como si fueran tarada, o como si no contara. Los que lleguen deben tener claro que la gente quiere la verdad, que no sigan minimizando u ocultando lo malo, maximizando lo inane, e insistiendo en que todo va bien; que para obtener apoyo popular hay que llamar las cosas por su nombre: los que chiflaron no fueron cuatro gatos, sino la voz del pueblo; los que reclutan niños no son las bacrim, sino la guerrilla, aunque alguna Corte los absuelva; lo de John Kelly no fue espaldarazo sino campanazo. Se debe dejar claro que las sandeces que a veces declara la guerrilla caerán al vacío, y que el Gobierno quiere la paz, pero no cualquier paz a cualquier precio.
Hay que analizar la encuesta de Ipsos que, fijo por casualidad, se practicó entre santistas: el 53% de los encuestados había votado por Santos, mientras por Uribe, solo el 30%; empero, el 72% afirmó estar insatisfecho con la labor presidencial, y el 81% opina que no ha cumplido con lo que prometió. La obligada conclusión es que, sí, el proceso es bueno y toca apoyarlo, pero ha estado mal manejado y mal vendido, y que los medios, de puro enmermelados, no lo favorecen, sino lo perjudican. Pero no ha sido solo falla del mercadeo; la falla es que la estrategia ha sido mal planteada y, de cara a la gente, hay que replantearla.
rzabarainm@hotmail.com
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