¿Hasta cuándo?
En anteriores ocasiones me he referido en diferentes escritos sobre una enfermedad que se ensaña con las personas sin distingo de sexo, edad, raza, color político o religión. Una enfermedad cuyo sufrimiento se comparó en su momento con la tortura que en épocas anteriores se producía intencionalmente con instrumentos especialmente hechos para hacer sufrir a las personas, y que además se representa con un animal, más exactamente con un crustáceo, el cangrejo.
Esa enfermedad, el cáncer, una de las enfermedades no transmisibles que más vidas cobra alrededor del mundo, sigue campante llevando sufrimiento a quien la padece y a quienes lo rodean. Si bien es cierto que la tecnología médica ha contrarrestado diversas formas de cáncer, es innegable que antes que acceder a un buen tratamiento para esta enfermedad resulta mejor no llegar a padecerlo y para ello es vital la adecuada prevención.
Sin embargo, cuando este cangrejo infame logra colarse en la vida de muchas personas genera todos los sufrimientos físicos y emocionales que alguien puede llegar a imaginar y padecer, tanto al paciente como a la familia que lo rodea. Y es aquí cuando el tratamiento integral oportuno es la única posibilidad para combatir este ‘patológico crustáceo’ y así devolverle la tranquilidad y el bienestar de los enfermos con cáncer.
Por eso resulta inadmisible que todavía en Colombia muchos niños que padecen cáncer deban sufrir, además de las dificultades propias de esta enfermedad, también todo un rosario de trabas y barreras para poder recibir de manera oportuna los tratamientos integrales a los que tienen derecho. Casos recientemente conocidos por la opinión pública de menores que no reciben los tratamientos médicos especializados porque las agencias del aseguramiento a las que están afiliados no tienen contratación vigente para atender pacientes con cáncer, o niños que no han podido ser remitidos a entidades hospitalarias de alta complejidad por una u otra razón de tipo administrativo evidencian que para estos niños tanto el cangrejo asesino como el sistema de salud juegan en contra de su salud y de la vida misma. Normativamente, los niños en Colombia cuentan con la suficiente protección dada su condición de indefensión y vulnerabilidad. Este país ratificó los tratados o convenios internacionales de Derechos Humanos, en especial la Convención sobre los Derechos del Niño. De igual forma, la Constitución Política de 1991 estableció que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás, habiendo reconocido la jurisprudencia constitucional que los menores de edad tienen el estatus de sujetos de protección constitucional reforzada. Así también, leyes como la Ley 1098 de 2006 o Código de Infancia y Adolescencia, la 1388 de 2010 y la 1438 de 2011 establecen la protección y atención preferente de los pacientes pediátricos y de manera especial a los que padecen cáncer, debiéndoseles brindar la atención integral en términos de oportunidad, suficiencia y pertinencia a estos pacientes y sus familias.
Sin embargo, a pesar de ese arsenal normativo protector en teoría para los niños con cáncer, estos casos muestran que en muchos de estos pacientes, este crustáceo indeseable sigue caminado, cortando oportunidades, cegando vidas y trayendo infelicidad y tragedia, justamente en un país que pregona esa supuesta protección especial a este grupo poblacional. Por eso, ¿hasta cuándo seguirá caminando este cangrejo sin que se pueda prevenir, diagnosticar y tratar oportunamente?
ubeltran@hotmail.com
@ulahybelpez
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