Hambre
Cuando a usted le da hambre siente que las tripas se le retuercen en el vientre, el cansancio amenaza con apoderarse de sus miembros, la concentración se le pierde y paulatinamente su ánimo se irrita. Es el cuerpo pidiendo energía para seguir funcionando. Un almuerzo que se retrasa puede convertirse en un berrinche, teniendo en cuenta sus hábitos, sus necesidades y su condición de persona que no rebaja la sopa obligatoria del mediodía. He visto muchas veces gente vociferando, protestando, suplicando, cuando no hay tiempo suficiente para sentarse a engullir sus obscenas porciones de papa y arroz y carne sudada.
Si aplazar o cancelar la vital satisfacción de una sola comida produce efectos tan alarmantes en el organismo y el carácter de un adulto, imagínese lo que puede implicar para un niño no comer nada.
En La Guajira sigue extendiéndose, ante la mirada impávida de los que no perdonamos los tres sagrados golpes de cuchara, la tragedia de los niños muertos de hambre. En los 34 días que van del año han fallecido 6, cifra que se empieza a parecer a las que publicaban los periódicos en los peores días de Biafra o Etiopía.
Los funcionarios –todos ellos exhibidores de vulgares barrigas– no dicen nada o dicen poco o prometen o mienten o fingen lamentarse. Pero no han hecho nada para que el problema se solucione. El 2 de mayo de 2014 escribí en este mismo espacio acerca de la emergencia alimentaria de La Guajira. Ya entonces las noticias comenzaban a dar cuenta de los casos de muerte por inanición en esa región olvidada, malentendida, desangrada y tantas veces robada. Pero los encargados de actuar se lanzan la papa caliente (miren la ironía del término) de oficina en oficina, sin que hasta ahora se hayan podido parar las pavorosas consecuencias de este asunto de vergüenza.
Y los demás –también gorditos de comer– pasamos de largo por los artículos de prensa, escondidos en los rincones de los periódicos, convencidos de que nuestra atención y nuestras ganas de preocuparnos deben concentrarse en si el defensor del Pueblo le mostró su miembro excitado a su empleada-amante, o si Uribe se besó en una iglesia con Piedad, o si Jackson volverá a la Selección, o si la reina del Carnaval sabe bailar.
No veo ni veré ninguna movilización masiva para protestar por estas muertes, para ayudar con la mitad de nuestros abundantes platos de comida, para presionar a las autoridades a que se muevan. Aquí la gente se moviliza para otras cosas: para divertirse en la Batalla de Flores en Barranquilla, para linchar a un presunto violador en Turbaco o para colapsar el tráfico de Bogotá cuando no pasa rápido un bus de Transmilenio. Pero para evitar que mueran estos niños abandonados por su gobierno y por Dios, solo pasamos de largo por las líneas de los periódicos; no tenemos tiempo de detenernos, de pensar, de reaccionar, porque tenemos hambre y la comida se nos enfría en la mesa.
Jorgei13@hotmail.com - @desdeelfrio
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