El Heraldo

Fuego en el corazón

La pasión dormida se despertó, la esperanza se asoma y, la fe se acrecienta alrededor de la divisa de los amores de esta tierra caribeña ansiosa de cosas buenas. Ante el ámbito desolado que la arropa en materia de resultados deportivos, el del domingo pasado en la fría capital, tiene un significado importante. Todavía las imágenes de los rostros de los fanáticos desconsolados en El Campín, merodean las pantallas de los noticieros, como una muestra palpable de esa impotencia, ante la furia de los gladiadores tiburones que defendieron con alma y vida la clasificación a la fiesta final. 

El artífice de esta gesta tiene nombre propio y es bien conocido por estos lares donde la pasión por el equipo de casa sobrepasa cualquier dimensión conocida. Tres meses atrás, había llegado a esta ciudad, la que considera suya, después de haber renunciado al equipo Los Patriotas, con el ánimo de mirar el panorama de su futuro. En ese instante, era un desempleado más de ese complicado e ingrato mundo del fútbol. Ese día al lado de su entrañable amigo Nelson Silva Pacheco, otro uruguayo con corazón colombiano, desmenuzó el trajinar de su vida en estos menesteres con olor a camerinos y linimento. Su corazón le decía que debía echar raíces en esta ciudad que lo acogió  desde siempre. La historia ustedes ya la conocen, Julio Avelino Comesaña se había hecho cargo nuevamente de la maquina descarrilada del Junior de Barranquilla -en la memoria como un recuerdo para no olvidar, esta aquella hazaña cuando salvó al equipo del descenso para llevarlo a pelear título-, hoy, ante una situación parecida, tiene al equipo rojiblanco soñando con la octava estrella.

El anhelo de aquel deseo que llevaba en su corazón y, que desnudo aquella tarde en esa terraza que mira al mar, se le había cumplido. La ciudad colapsada por los estragos de la inmovilidad, sonríe y festeja este logró considerado por muchos como un paliativo para anestesiar los estragos del tiempo. Triunfos como estos dignifican y purifican el ambiente, aumentan la sonoridad de una tierra encantada que vive hasta el delirio esta clase de sucesos. Para muchos, expresiones del alma cautiva que se desinhiben con el palpitar de un deporte que traspasa fronteras y penetra en el alma. Junior está vivo, la ciudad es otra porque todavía está intacto el “fuego en el corazón”.         

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