El Heraldo

Fisas, Mindell y la paz

De tanto leer a Vicenc Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad de Barcelona, y a Arnold Mindell, psicólogo junguiano especialista en solución de conflictos en grandes grupos, usando el conflicto y la diversidad en la búsqueda de elementos de análisis para tirar carreta en la esquina donde alineamos los planetas, me da un cierto dolorcillo de cabeza pensar que estamos todavía distantes de un final del conflicto y la guerra en Colombia, según las cuentas que ellos sacan. Para empezar, hay que decir que de todas las especulaciones sobre el estado de las conversaciones en La Habana la única cierta es que nada está firmado hasta cuando todo esté firmado y que cada proceso de paz tiene su propio ritmo, más allá de nuestros afanes para que esta locura termine. Como diría Mindell, hay que sentarse alrededor del fuego y levantarse solamente cuando se consuma hasta el último leño. Es duro tomar conciencia de este estado de cosas, pero en ese punto están.

   Lo preocupante para mí cuando los leo es su insistencia en puntos que para nosotros suenan muy abstractos, pero para ellos son vitales para salir de las hostilidades de manera legítima: verdad tanto de la guerrilla como del Estado, perdón, reconciliación, amnistía, reconstrucción. Palabras que suenan como inasibles o de compleja explicación y comprensión, porque detrás de ellas hay una gran cantidad de emociones perturbadas con una demanda de reparación enorme que no es fácil satisfacer o compensar. El nuestro es un conflicto muy complicado que trascendió la lucha entre dos bandos y se convirtió en un monstruo de muchas cabezas que, para derrotarlo, exigiría de parte del Estado colombiano una reingeniería de toda su estructura para que recupere la estatura ética que perdió hace ratos y se sienta con el valor moral para impartir justicia con equidad social.

A donde apunta todo este proceso es a un cambio absoluto de cultura de cada cerebro en este país; de lo contrario no servirán de nada los más de 50 años de guerra, la cantidad de muertos en ese período ni el desgaste en el proceso de hacer la paz. Los nacidos a mitad del siglo pasado no conocemos esa palabra como parte de nuestro diccionario cotidiano, así que es muy difícil que podamos comprenderla en toda su magnitud. Es menester que nos expliquen a nosotros y a los que están por nacer lo que quiere decir la palabra paz. ¿Cómo la vamos a disfrutar si no sabemos su significado? Parece una perogrullada pero, en realidad, se trata de lo que debe estar en la esencia de un proceso de tal magnitud, entender la cultura en la que vivimos para cambiarla por la que queremos vivir, y eso solo se logra comprometiéndonos con el conflicto en lugar de huir de él, como mejor método para afrontar la diversidad en todos los niveles sociales para superar el miedo al conflicto.

En una fundación cultural que nació en la esquina, Fundabacanería, fuimos capaces de elaborar una propuesta de paz y llevarla a los diálogos en El Caguán y que se resume en una pregunta que sigue siendo válida: ¿En qué cultura vamos a vivir después de firmar la paz?

   Aquí cerquita: ¿la Barranquilla de hoy es una ciudad culturalmente bacana o chabacana? Piénsenlo.

haroldomartinez@hotmail.com
 

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