Exceso de planes
Transitar por la avenida Circunvalar y luego tomar la calle 30 rumbo al aeropuerto es una buena manera de darse cuenta de varios de los males que nos aquejan, al menos de los que se relacionan con la calidad de nuestras infraestructuras y con las consecuencias de nuestra pobre (¿inexistente?) cultura ciudadana.
Se observa de todo, vías sin demarcar y sin señalizar, calles sin pavimentar, basura, bordillos y estructuras complementarias sin terminar, mal acabadas o ausentes, improvisación en la regulación de los pasos peatonales y un sinnúmero de riesgosas e ilegales imprudencias por parte de los peatones y de los conductores. En suma, un variado compendio de las cosas malas que ofrece una ciudad tercermundista desplegado en el breve trayecto que lleva hasta el Cortissoz. Si llega a llover el catálogo se amplía.
Ante esas realidades tan evidentes y unas carencias tan flagrantes, con frecuencia me pregunto por qué nos empeñamos en elaborar instrumentos de planeación tan complejos, enrevesados y superpuestos, cuando los pasos a seguir se intuyen tan obvios y urgentes. A veces parece que nos encanta sumergirnos en documentos que más que indicar el rumbo lo enredan y acaso lo diluyen dentro de un galimatías legal y poco práctico que termina acumulando polvo en los anaqueles de todas las entidades públicas colombianas.
Resulta que además de planes de desarrollo de toda índole, tenemos planes de ordenamiento territorial, planes de ordenamiento departamental y planes estratégicos metropolitanos de ordenamiento territorial. POT, POD y Pemot, un desfile de siglas que confunden y que seguramente son munición para un gran número de tecnócratas y burócratas, tierra fértil para la demanda, la segunda instancia y la tutela, para la inacción.
En este país barroco, confuso y a medio hacer, cuánta falta nos hace recordar más a menudo a Thoreau y su sugerencia de “simplificar, simplificar”. Atendiendo la recomendación del filósofo norteamericano, podríamos quizá resumir un POT o un EOT (otro plan), en unas acciones elementales que configurarían un documento de solo unas cuantas páginas, y no esos volúmenes bíblicos que preferimos redactar. Así, deberíamos terminar de pavimentar calles, de interconectar y de dotar de servicios públicos, de mejorar la seguridad en nuestras comunidades y regular solo a grandes rasgos los usos permitidos, listo, poco más por ahora. Luego, en un par de décadas se deberían revisar y afinar los procesos y vocaciones que el paso del tiempo definirá de acuerdo con las capacidades de cada pueblo o ciudad.
Por supuesto estoy exagerando con el ejemplo, pero ciertamente considero sobredimensionado nuestro modelo de planeación urbana y territorial. No hacen falta sesudos estudios para descubrir que en buena parte de nuestras ciudades no hay calles pavimentadas, ni servicios eficientes, ni transporte público y mucho menos seguridad. Nos sobran planes, concentrémonos en lo básico, simplifiquemos, simplifiquemos.
moreno.slagter@yahoo.com
@Moreno_Slagter
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