Esa pregunta está asaltando a toda persona que en Colombia haga un "Escaneo" del panorama político, económico y social y, también, al ciudadano de a pie, que se alimenta de la radio y la televisión mientras realiza sus tareas y lo asfixian los afanes de un día a día muy complicado. Comencemos por lo que escucha cualquier parroquiano o ama de casa en la radio y la televisión (sí esa también es escuchada mas que vista).

Resulta que los grandes Medios electrónicos tienen agenda propia. Algo que aplaudir cuando coincide con las necesidades y sueños de la gente, pero que sus directivas —no periodistas sino financieras— han dejado a un lado, para privilegiar la información positiva que refleje y fortalezca sus intereses económicos. No hay vuelta de hoja, llegaron par quedarse con el cuarto poder, ya que los otros tres no les son esquivos, sino, por el contrario, bastante serviles.

La audiencia se mantiene acuartelada como seguidora de tal o cual estrella y lo que por su boca sale, roza el límite con "palabra de dios": lo dijo, fulano. Y esa certeza de fanático se multiplica cuando el receptor crédulo y desinformado,  se convierte en emisor-portador de la noticia, sin filtro, sin conocimiento, sin comprobación. Y así vamos, queridos míos, con versiones, muchas veces contradictorias, sobre temas tan delicados como la contraloría, la procuraduría y otras ías, que en gracia de la manipulación de la información ahora están personificadas, y es con esos nombres propios como nosotros, la masa, designamos cualquier acción de unas instituciones diseñadas para dar transparencia y garantía de legalidad a las acciones estatales y de sus empleados, convertidas hoy en una especie de reinos que sirven a sectores, personas e intereses muy distintos a los que demanda la Nación.

Por eso creo que no estamos listos para el postconflicto, ¡ni de lejos! Desconozco la política de paz de los grandes medios electrónicos, ya que la prensa escrita con sus editoriales nos va indicando para dónde tiran sus intereses, pero como la radio y la tele tienen "programas" en cabeza de terceros, con nombre propio, terminamos sabiendo o desconociendo la realidad porque siempre pasan por el filtro de los intereses económicos empresariales; aquello del periodismo como profesión de servicio y entrega asimilable a la medicina, desapareció bajo las sumas astronómicas que pagan a sus estrellas, que defienden con "diente, puño y patá" su ascenso social y su nuevo estatus profesional; léase, la empresa es mi dios.

¿Entonces, qué haremos si se firman los acuerdos de La Habana y nos pillan, como lo estamos: mal informados, muy sesgados, sumidos en las emociones negativas, aterrados de cualquier modificación a la zonita de confort de cada quien?Comencemos por permitirnos los actos bondadosos involuntarios, esos que surgen espontáneos y frescos  desde el corazón pero que hemos reprimido apretados por el miedo al otro, sin causa cierta. Es hora de cambiar, ciudadanos, acerquémonos a las víctimas que en ellas encontraremos la fe y la fortaleza perdidos.

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