El Heraldo

Esa estampa impecable de Roger Federer

A este columnista le emociona grandemente cualquier victoria que el insumergible (por lo menos por uno o dos años mas, si es que su gran capacidad contra el cansancio físico y su persistencia anímica no hacen que fallemos como cualquier principiante) en un deporte agotador como pocos hay en el mundillo deportivo y el hombre sigue hacia delante, luego de considerar muchos que ya estaba listo para descansar por el resto de su vida en una mecedora.

Nos referimos, como muchos tienen que haberlo previsto en el parrafito anterior al gran Roger Federer, un gigante tenístico que le nació a la diminuta pero dura como un pedernal, Suiza, ese campeón mundial de la imparcialidad aparente pero por los suizos defendida hasta con los dientes, que en un día bendito para todos ellos, sin excepción, lo parió desde hace ya casi 40 años.

Como a todo deportista en este perruno mundo, Federer alcanzó rápidamente la plenitud tenística y en esta ha sabido mantenerse contra todas las ventiscas humanas. Lo han eliminado a las primeras de cambio, como dice la desgastada y viejísima frasecita de cajón, pero vuelve al siguiente torneo que organicen los implacables directivos de este gran negocio que es el tenis que no sabe de suspensiones sino “por la muerte de un obispo”, como decían nuestros mayores para señalar un hecho muy de vez en vez y de cuando en cuando.

Entre sus proyectos recónditos este Federer del “voy pa ti” cuando salta a la cancha, debe estar que el bendito sorteo con el cual se encabezan todos los torneos, no le ponga en un primer partido al serbio Djokovic, ese espigado flaco que parece una garrocha y como estas, la garrocha y él, son de una elasticidad admirable. Se doblan, pero no se rompen.

Y no es que no quiera verse con el grandioso jugador serbio, con quien se ha visto por esos mundos tenísticos decenas de veces sino eso: que  se lo pongan de salida, sino a fondo, cuando ambos, cada uno por su lado, le han partido la siquitrilla a tantos contendores. Ahora mismo, Djokovic está en la “bajamar”, mientras Federer sentado esta en la pleamar.

Los biógrafos dicen que Federer está en la edad de Cristo, pero algunos escépticos creen que se ha quitado 2 años; no por vanidad, sino para que no se vaya considerando un “mueble viejo” y se desvaloricen sus ingresos.

Como sea, luego de su retiro, Federer debería ser nombrado profesor emérito  del tenis, paseando su esbelta figura entre todas las juventudes y que estas sepan todo lo que se logra cuando el deportista disciplinado se autoagrega estoicismo y fe indeclinable entre pecho y espalda.

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