El Heraldo

Entre ayer y hoy…

Como en estos tiempos de correndillas y afanes todo el mundo piensa que las cosas hay que hacerlas únicamente a lo ‘moderno’, es pertinente recordar que algunas costumbres que eran normales hace algunos años han variado sustancialmente y hasta han desaparecido del mapa.

Las normas que regían la sociedad, sus tradiciones y el modus vivendi que operaba conducían a concebir una estructura en donde el hombre y sus interacciones con los demás estaban encuadradas en lo simple y práctico.

Muchos de los anteriores oficios y las costumbres que eran normales en el quehacer diario han ido olvidándose poco a poco, catapultado esto por la abolición de lo manual para ser remplazado por la modernidad en comunicaciones, aparatos y tendencias.

Por ejemplo, aunque algunos no lo recuerden, hace algunos años era usual ver emboladores frecuentando calles del centro de la ciudad. Así mismo, los peluqueros más distinguidos en su oficio eran requeridos para llevar a cabo su labor a domicilio para motilar y afeitar. Hoy en día es menos frecuente encontrar vendedores de peto en las calles, así como el sonido característico del afilador de cuchillos, que dejó de oírse hace ya bastante tiempo. Los voceadores de periódicos cada vez son menos, ya que las noticias  vuelan por otros medios. También contrasta ver cómo antes los perros de las familias salían libres, escoltando ya fuese al estudiante al colegio o a su dueño al trabajo y regresaban orondos a casa después de callejear todo un día. La tomada de tinto en las terrazas de las casas y el ver pasar a la gente por el jardín sin rejas, ya que no había tanto malandro dando vueltas, ya es cosa del pasado. Solía ser una costumbre arraigada el que los niños y niñas salieran a jugar a las aceras de las  casas los hoy en día olvidados juegos infantiles, ya que no había en ese entonces ni Ipad ni computador que los amarrasen y embobaran, y fue una generación sana. Así podemos seguir enumerando las actividades que no pudieron resistir el ‘paso del progreso’.

Ahora, como cualquiera sin formación en profundidad de campo puede tomar fotos, los fotógrafos que solían permanecer en la Plaza de San Nicolás han quedado fuera de combate. Al igual que los que registraban los momentos especiales en matrimonios, bautizos y cumpleaños.

Aunque hay cambios entre ayer y hoy, en los días de carnaval siguen mandando la parada las costumbres ancestrales de danzantes y carnavaleros, que por mucho modernismo, no se han opacado sino que por el contrario están reluciendo hoy más que nunca sus tradiciones. Para muestra un botón: los coyongos, los diablos arlequines, las Farotas de Talaigua,  las marimondas, los congos, entre otros,  que no solo se fortalecen, sino que siguen creciendo cada vez más.

rofuenma@gmail.com

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