El Heraldo

El poder de las palabras

En el mundo corporativo está una de las fuentes más creativas de la que brotan palabras y términos que marcan el estilo de vida. Se transforman en parte del léxico diario como muletillas de lo más trendy e imprimen un ritmo muy particular. Hasta hace poco, por ejemplo, la palabra “transversal” era cita obligada pero se convirtió en un lugar común y ya no genera el mismo atractivo inicial. Con el uso y el abuso se ha ido quedando, como sinergia o asertividad,  en el sitio que le correspondía, en algo meramente transversal y menos original.  Hay palabras más sencillas que tienen su impacto dependiendo de quién y cómo se las apropie.

En su momento, “trabajar, trabajar y trabajar” pasó de ser un humilde estribillo a un mantra nacional. El entonces presidente Uribe lo materializó a través del modelo más efectivo de liderazgo: el ejemplo. Era un auténtico 24/7, es decir, más que un 007, alguien con licencia para trabajar las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Eso, combinado con una “intensa micro gerencia”(valga la redundancia) y una sana dosis de obsesión (la necesaria para estas latitudes) creó un modelo de gestión cuya efectividad nadie pone en duda, y más de uno lo imitó. Pero como nada está hecho para siempre, tampoco “trabajar, trabajar y trabajar”. Una cosa es “vivir para trabajar” y otra “trabajar para vivir”.

Ahora se imponen “emprendimiento, “innovación”,“disrupción” y “resiliencia”. A lo anterior, sumemos lo que el periodista Andrés Oppenheimer propone en su último libro al titularlo Crear o morir. Tal vez, su primera intención fue escribir “Inventar o morir”, pero eso no rima y vende menos. El técnicamente correcto debió ser “Innovar o morir”. Por más hipérbole que sea, nadie muere por no innovar, mucho menos por no crear. Aterricemos: todavía no somos tierra de inventores (creadores de ideas); siendo optimistas, podemos aspirar al primer escalón e intentar ser innovadores (aplicadores de ideas). O por lo menos ser buenos imitadores añadiendo un poco de nuestro original picante. De acuerdo: como país, no podemos quedarnos estancados vendiendo elementos básicos con poco valor agregado; tenemos que potenciar nuestro talento.

La acción de emprender ha sido una constante desde los primeros tiempos del ser humano. La historia está llena de emprendimientos desde excelentes hasta perversos. El que estemos en la onda de emprender es un buen paso, tanto como desplegar velas porque el viento somos nosotros mismos. Si vamos a “emprender” una nueva ruta, como consecuencia de las negociaciones con las Farc, entonces hay que estar bien aterrizados porque una cosa es ser emprendedor y otra espectador.

Si un 70% está a favor de este proceso, ese 70% en su totalidad debe saberse obligado a actuar porque comienza una transformación bastante disruptiva en cuanto al modelo tradicional de hacer política. Debemos innovar partiendo de un mínimo para transformar la abstención, la flojera y la desidia electoral en acción ciudadana, es decir, debemos cambiar el modelo de ciudadano espectador a ciudadano actor o emprendedor. El otro 30% también cuenta; si quieren “borrar” a las Farc, como muchos quisieran hacerlo, ahora estará literalmente en las manos de cada uno. Pues háganlo votando sin exponer su pellejo, pero votando bien porque hay mucha opinión pero poca votación.

oswaldloewy@me.com

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