El perdón sí, pero...
Está ahí, inconmovible, profundo como todo sentimiento humano, confuso en veces, diáfano en ocasiones, no lo interpretamos, ni siquiera lo palpamos, ni olemos, ni vemos, ni sentimos en la epidermis. Pero ahí está, lo conocemos mucho y no lo conocemos nunca, pero existe. Como todos los sentimientos humanos, como el alma, como la tristeza o la alegría. Sabe uno que viven, que existen pero ni siquiera sabemos darle formas. No obstante es quizás la más altruista de las intenciones humanas subjetivas, abstractas, incomprensibles.
La mayoría de las religiones presentan el perdón como la cima de las virtudes. Los cristianos lo considéramos una virtud cardinal, y a juicio muy personal de nosotros, es una cualidad para personas con muchísimo valor intrínseco en sus personalidades. La Real Academia de la lengua lo define como “la acción de perdonar, de remisión de la pena o la ofensa recibida u obligación o deuda. Indulgencia” y como verbo amplio “Disculpar la ofensa o condonar una deuda, quitar la pena impuesta por un delito”. De ese modo Colombia hoy día a través de sus autoridades nos piden a la opinión pública, a Colombia entera, que perdonemos a quienes por cerca de sesenta años nos inundaron de terror, de crímenes, de tanto, dolor y angustia, de violencia desbordada, a quienes se les rogó que suspendiera sus horrores y se sentaran a dialogar y nos respondieron con muertes, bombas a inocentes, secuestros, extorsiones.
El escenario actual se reviste de frases hermosas y románticas, mesas llenas de flores y presidentes de países que buscan más la popularidad de las fotos que la sinceridad de sus deseos, gentes que anhelan la paz del país como se anhela con desesperación la supervivencia humana. Nos piden sacrificios, voltear la página, aplastar los resentimientos y rencores, nos piden el olvido, nos solicitan construir sobre las cenizas un nuevo país. A cambio nos responden que solo habrá beneficios para los asesinos de siempre, impunidad, vida política, derechos civiles nuevos y retención de armas. Ramón y Cajal nos pedía: “Se indulgente con la pobre bestia humana” y el mismo Shakespeare en Romeo y Julieta nos previenes “la clemencia asesinaría, si perdonase a los que matan”.
Todos queremos perdonar, por lo menos las personas medianamente inteligentes desean quitarse el piano de encima, volver a respirar oxígeno puro y no quedarse la vida entera rumiando venganzas. Y si, efectivamente creemos que la gran mayoría de colombianos haremos el esfuerzo de perdonar. Pero, le podemos pedir lo mismo a la madre que sacrificaron a su hijo, o que le prostituyeron a su hija, a quien vio el asesinato de sus padres o presenció las bombas en iglesias indefensas llenas de niños; los que nos piden perdonar saben lo que es despojar la tierrita de su vida a pobres campesinos que lo perdieron todo o las vacunas que los que si podían tuvieron que pagar por años. Si podrán perdonar ellos, y ¿cómo lo harían? ¿Nos podrían facilitar la formula?
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