Vivimos en un país que se divierte viendo cómo una mujer le dice a otra que ella es su tormento. Este video tomado por un pasajero sentado en frente de la mujer en una lancha, dura tan solo dos minutos y medio. Solo la vemos a ella, la protagonista de las noticias, defenderse del ataque de otra mujer que inferimos cree que tiene algo con su marido.

Con la defensa que hizo de sí misma, ahora el tormento de la otra debe ser mayor, porque ha sido entrevistada en todos los medios y ya se escuchan versiones en vallenato y en champeta del episodio. Tendrá los quince minutos de fama que pregonaba Andy Warhol y luego volverá a una vida completamente cambiada. O a lo mejor no.

Todos se han concentrado en la frase que hará de las suyas en el próximo carnaval: “tu tormento soy yo”, o “ mientras María Niño exista, tú no eres feliz”. Pero no muchos han hablado de la docena de hijos de p… que se lanzan y los insultos de “arepera” que le grita la mujer que no vemos.

Nadie analiza las frases como “en tu familia hay son puros  maricas” para defenderse de la ofensa mientras explica cómo lo rico es la “mon…” También dice que ni es marihuanera ni vende vicio, porque si no, ya sería rica y no trabajaría. Igualmente escuchamos que esa mujer está buscando que se “la mame a trompá” y que “la tire al río de cabeza”.

Dos mujeres peleando por un hombre son la comidilla de un país que tiene demasiado qué pensar y que se ufana de su folclorismo y de su humor. Pero este es un humor salvaje. Es un humor que desata los nudos de cotidianidad y que pone en la escena del día a día compartido, una telenovela demasiado conocida por todos.

Todos somos los tormentos de otros, eso lo sabe bien esta pícara mujer de lengua resuelta que no se deja pisotear. Su respuesta ante el abuso de otra persona se ha vuelto un meme: la gente sube videos imitándola y crea todo tipo de réplicas del evento. Porque es realmente un evento lo que sucedió en esa lancha donde dos mujeres brindaron un espectáculo con alcance nacional. Y así pusieron en evidencia un país machista que explota de la risa cuando en su cara se le tira una situación perfecta.

Este es un país donde la mujer se siente amenazada por otra mujer fantasma del pasado de su marido. Una que él pareciera no haber olvidado. Y esa falta de olvido la borra a ella, la elimina. Borrada, su identidad se diluye, ella no es nadie si existe otra mujer en la cual su marido piensa. Por eso muy bien le dice María que mientras ella exista, la otra no podrá ser feliz.

Estamos en un país de muchas tormentas y tormentos, porque el peor insulto que le pueden echar a alguien tiene que ver con su sexualidad. No hay argumentos válidos, solo oprobios, violencia entre gente que mide su valor por lo que tiene o quien le pertenece. Vivimos en un eterno vallenato que rota con las mismas frases, siempre sobre sí mismo, permeando la existencia de escenas que se repiten, como la de la lancha.

Hasta que irrumpe la realidad y observamos las consecuencias de un modo de pensar donde la mujer no es sujeto sino objeto y como tal, no tiene valor a menos de que alguien la mire, la obtenga, la posea, la cambie y la mate si los celos aparecen en la película.

El agarrón verbal da para otra película o para un ensayo académico. Ojalá aparezca alguien que explote la idea para hacer arte y para pensar el evento. Ojalá que esto no quedara solamente en una serie de réplicas que morirán con Joselito el próximo miércoles de carnaval. Dice mucho acerca de quiénes somos.

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