El nudo de La Marín
Era la época de la oposición del M.R.L., al Frente Nacional cuando se realizó en el penthouse del edificio Antares, de Bogotá, una reunión política con el Dr. López Michelsen y los dirigentes del Magdalena que nos mantuvimos leales a nuestro movimiento, después de la súbita separación de Nacho Vives. Cuando terminó la cumbre, el distinguido anfitrión me pidió que me quedara, porque deseaba conversar conmigo, lo cual hizo acompañado de unos tragos de whisky en su biblioteca. Se encontraba ese día de un excelente humor, y quería darme, pensé posteriormente, una demostración discreta de la simpatía que me profesaba, porque siendo el más pobre del Magdalena, no aspiraba, todavía, a curul en el Congreso y me había convertido en el nuevo líder del M.R.L., en Ciénaga y la Zona Bananera, después de la estampida de los “Nachistas” en mi comarca. Yo estaba absorto contemplando su inmensa biblioteca, y como buen caribeño impertinente, le pregunté a quién correspondía un retrato a pincel, en marco antiguo, de una dama distinguida y de finas facciones, y él me respondió: “Esa, Ricardo, es mi ‘Nudo de La Marín”; me comentó seguidamente, que se trataba de una antepasada suya, que decían las leyendas, había tenido relaciones, no muy santas, con un prócer de la independencia. Por aquellas calendas el suscrito estaba todavía formándose culturalmente, y confiesa que no entendía el giro que le había hecho el personaje de marras con el nudo mencionado. Con el transcurso de los años, leyendo la Iconografía del Libertador, de Enrique Uribe White, encontré el histórico pasaje del ‘Nudo de La Marín’ del padre de Simón Bolívar en las cortes españolas, cuando solicitó un título nobiliario y se lo negaron, porque en su árbol genealógico encontraron una antepasada suya de apellido Marín, quien era de tipo negroide y exclamé “¡Carajo!”, ahora sí entiendo la frase que me hizo el compañero-jefe en su apartamento en Bogotá.
El bisabuelo materno del presidente López Michelsen, fue Don Karl Michelsen, cónsul diplomático de Dinamarca ante el Gobierno de la Nueva Granada, cuando se reconoció como Estado soberano, quien contrajo matrimonio con Carmen Uribe, hija natural de Bernardina Ibáñez, la más bella de las legendarias hermanas Ibáñez, amigas personales del Libertador y de Santander. De Bernardina se enamoró perdidamente Bolívar, cuando la conoció en Ocaña, y de Nicolasa, madre de José Eusebio Caro, Santander. Carmen Uribe era también hija natural de José S. Uribe, de la provincia del Socorro, hoy departamento de Santander. Después del nacimiento de su hija natural, Bernardina Ibáñez se casó con Florentino González, amigo personal y político de Santander, y se trasladaron a vivir a Europa. En consecuencia, la famosa Bernardina Ibáñez era tatarabuela del presidente López Michelsen y fue la belleza femenina que yo vi en daguerrotipo en una de las repisas de la selecta biblioteca del ideólogo del Liberalismo colombiano, de la segunda mitad del siglo XX.
rbarrioz@hotmail.com
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