El futuro de La Guajira
Hablar de Juan Francisco Gómez ponía nerviosa a la gente en la región. De él no solía hablarse de frente, apenas se murmuraba. Era como un ruido constante, que llevaba varios años, el ruido de voces apagadas ante el temor de terminar siendo una de sus víctimas. A pesar de la gravedad de los crímenes por los que enfrenta a la justicia, Kiko Gómez ocupó su cargo como honorable gobernador de La Guajira con el respaldo de Cambio Radical. Nada sorprendente. En Colombia cualquiera tiene aval político, incluso de los partidos más reconocidos.
En su contra existen varias denuncias por homicidio que finalmente llevaron a su captura. La senadora Claudia López lo ha comparado con la capacidad destructiva de Salvador Arana, quien fue gobernador de Sucre y representó tiempos de sangre en su departamento.
Sin embargo, de Kiko se conocía poco en otros lugares, hasta que el expresidente Uribe puso el grito en el cielo por Twitter, expresando con cierta conmoción que Gómez había sido objeto de un atentado. De paso, cuestionando la seguridad del país. Nunca se supo bien qué pasó. Parecía que Uribe se preocupaba con consideración por Kiko.
Lo cierto es que cada vez que se hablaba de Kiko en algún lugar, alguien mencionaba con mayor temor a Marcos Figueroa. A Marquitos se le conoce por haber sido su operador del terror, y de ese terror no se saben los límites. El ilimitado poder de la llave Marquitos–Kiko, permitió que se asentaran comodamente como indiscutibles capos en La Guajira. Que se enriquecieran a su antojo y que produjeran una estela de hechos violentos y asesinatos.
El pasado 22 de octubre Marquitos fue capturado en la ciudad de Boa Vista, Brasil. Desde Pereira, el presidente Juan Manuel Santos felicitó a la Policía Nacional, exhortándolos a que siguieran así. Del mismo talante fueron las declaraciones del Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien dijo, a través de su cuenta de Twitter, que “no hay delincuente que no le llegue su día, no importa en qué lugar se encuentre”. Por este mismo medio, el general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional, deseó que Marquitos se pudriera en la cárcel.
Si bien la captura de Kiko y Marquitos representa un importante logro, los problemas de La Guajira no se resuelven solo a partir de este hecho. Las estructuras mafiosas tienen la capacidad de reinventarse, y una vez capturados las cabezas visibles, pueden darse, incluso, períodos de mayor violencia mientras se definen las nuevas estructuras criminales en la región.
De nada sirven estas capturas, si con ellas no se desemantela una tradición de alianzas entre las mafias y los dirigientes políticos de la zona, que no han tenido problemas en rellenar con muertos y acciones fraudulentas el camino para llegar al poder, y si el Estado no crea las garantías para el ejercicio sano de la política.
Sin duda, una gran mayoría de colombianos acompañan al general Palomino en su deseo de que Marquitos se pudra en la cárcel, pero no está de más recordarles al director de la Policía Nacional y también al ministro de Defensa, que en buena medida el éxito de las operaciones de estos grupos en la región, se debe, lastimosamente, a viejas y nefastas alianzas criminales entre la mafia y la fuerza pública.
Corregir estos hechos es lo único que puede garantizar el futuro del Departamento, y la posibilidad de que nuevos Kikos y Marquitos, no aparezcan detrás de cada cardón guajiro.
javieortizcass@yahoo.com
@JavierOrtizCass
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