El espacio público, el más privatizado
Es tal la ausencia de conocimiento y respeto por el concepto de espacio público, que para un visitante podría parecer que simplemente no existe y que en Barranquilla y casi todos los municipios del Caribe no es otra cosa que un lugar vacío, sin dueño, muy aprovechable para hacer uso de él para solucionar lo personal.
Me atrevo a afirmar que, de una forma u otra, todos abusamos de él, las 24 horas del día. Y parecería deberse por una parte, a la ausencia de autoridad responsable que haga respetar, luego de enseñar a protegerlo, amarlo y cuidarlo: nones, mis amores, la propia autoridad es la primera en sabotear ese precepto hermoso, de que el espacio público es nuestro derecho y sitio libre de encuentro para la ciudadanía. Basta pasar por la antigua Alcaldía y la Gobernación, para constatar que está cundido de carros oficiales mal estacionados, vendedores ambulantes de frutas y verduras, gestores de impuesto y documentos oficiales, cacharreros y técnicos artesanales, restaurantes al aire libre.
Si seguimos hacia el corazón roto de la ciudad, el Paseo de Bolívar donde está la Alcaldía, aumenta notoriamente el número de oficiantes del desorden pero esta vez acompañados por buena cantidad de agentes de policía —observadores impasibles del despelote— porque no les asignaron tal o cual tarea. A esos mismos agentes de tránsito, los veo parqueados con su moto debajo de un árbol, mientras frente a ellos se arma la ‘sindios’ o sea, aleluya cada quien empuje la suya y busque salida sin importarle lo que su solución personalizada traiga como consecuencia.
Luego, baja uno la mirada al suelo y, ¡horror!, mientras las canecas están a dos pasos hay montañas de basura por calles y andenes, transitables los últimos si los dueños de vehículos han tenido la bondad de dejar espacio para los transeúntes, porque entiendan, de una vez por todas, que proteger latas, motor y caucho es mucho más importante y valioso que respetar la vida de quienes no poseen cuatro ruedas.
Y como colofón del caminante, llegas a un parque y a los andenes amplios de las zonas de estrato alto y tropiezas con que han sido transformados en sitios para que los perros de raza corran, gasten energía y abonen la gramita, donde en domingos correrán y se revolcaran los niños de otros.
¿Dónde quedó la decencia y el respeto al otro, quizá mi vecino de enfrente? Parece que nunca hubieran existido, tal es la forma abusiva y desmañada como se considera y maneja el espacio público, que si bien es algo físico y tangible se considera gaseoso y de nadie: ¿acaso no vivimos esquivando la basura que tiran los pasajeros desde los buses y de todos los vehículos particulares? A mí un cono de helado de chocolate me nubló el panorámico y un tendero me mandó al carajo porque le pedí que avisara de un derrame de agua en su frente. “¿Vieja bruta, no ve que eso es público?” Y dio por terminada la ‘conversación’.
Losalcas@hotmail.com
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