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Opinión

El delirio

Como si estuviera en medio de un delirio, el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, negó con todas las fuerzas de su corazón la existencia de grupo paramilitares en Colombia. En una explicación confusa agregó que decir que los hay significaría otorgarles reconocimiento político a unos bandidos dedicados a la delincuencia organizada. La insólita estrategia del ministro es “lo que no se nombra no existe”. Así se viene este país, negando una cosa y negando la otra, convirtiéndonos el país más feliz del mundo por cuenta de embustes groseros a los que llamamos posverdad, por endulzar la participación de políticos en maquinarias asesinas inventándonos “la parapolítica”

Para Villegas es sencillo. El dice que no hay paramilitares y los paramilitares no existen. Como el pensamiento mágico de un niño en un ministro con cara de niño rozagante y bien alimentado. 

Podría el ministro preguntarle al señor José Yimer Cartagena, un líder campesino de Tierralta, alto Sinú cordobés, vicepresidente de la Asociación Campesina del Alto Sinú, Asodecas, militante de Marcha Patriótica. Cartagena estaba amenazado por paramilitares, versión que respalda , Luis Carlos Herrera, su compañero y presidente de la misma organización. Sin embargo, el ministro de Defensa no podrá hacerlo, porque al señor Cartagena lo asesinaron. 

La sistemática desaparición de líderes de izquierda no hace parte de la mala suerte de los nadies de Eduardo Galeano, no los atracan y los matan por casualidad grupos de delincuencia común. No puede un ministro de Defensa tomar por ingenuo a un país después de tanta sangre corrida. Es un irrespeto con la memoria de los muertos tejer explicaciones tan insolentes. 

Al señor José Yimer Cartagena lo secuestraron en la vía que conduce de Saiza, Córdoba, a Carepa, Antioquia. Varios hombres lo subieron a una camioneta y se lo llevaron. Lo mataron cerca de Dabeiba, Antioquia, una de las 26 zonas donde se concentrará las Farc hasta la entrega de armas pactada en La Habana. Un mensaje violento, inscrito con sangre en el cuerpo de un campesino, que le apunta al corazón del proceso de paz. Cartagena había liderado experiencias de reconciliación entre los actores del conflicto y había tenido una evidente apuesta por la salida dialogada del conflicto. Sin embargo, el ministro de Defensa, nada menos y nada más, tiene el desacierto de imaginar que crímenes como Cartagena sean perpetrados por delincuentes comunes. 

Desde distintos lugares del territorio nacional, desde hace algunos años, se escuchan las voces de auxilio. La gente que denuncia incursiones paramilitares necesita un gobierno responsable y un ministro de Defensa con sus cinco sentidos puestos, sin versiones fantásticas de la violencia.  La garantías de no repetición son un imperativo de un país que ha tenido tanto dolor y que ha conocido la tragedia tan de cerca que ahora se le dificulta soñar la paz. 

javierortizcass@yahoo.com

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