El complejo camino hacia la paz
En la Maratón por la Paz en el Atlántico hemos escuchado las argumentaciones sólidas de la Comisión Negociadora del Gobierno para los acuerdos de terminación del conflicto. Como dijo Humberto De la Calle, es un “toma” o “déjalo”, es lo que hay. No es la firma de la paz, pero sin duda es colocarse en la dependencia, en el sendero de la misma. Es iniciar un camino pedregoso, difícil, con enemigos, pero que vale la pena, para dejar atrás un conflicto de 52 años, 220.000 muertos, ocho millones de víctimas y siete millones de desplazados. Si quiere, usted puede leerse los acuerdos, extensos y complejos. Pero tomamos decisiones con la información que tenemos, y la prensa y los medios han difundido lo suficiente al respecto. El que quiera oír que oiga, y el que quiera entender que entienda. El general Mora lo dijo taxativamente: “No es la paz, pero es el inicio”.
También se sorprende uno de la X Conferencia de las Farc, cubierta en forma detallada por los periodistas de EL HERALDO. Es asistir a la transformación de la guerrilla en partido político, algo increíble, proveniente del supuesto grupo “narco-terrorista”, y su gran diferencia con el paramilitarismo: estos terminaron convirtiéndose en organizaciones de narcotráfico. Algunos estudiantes me preguntaban en Cartagena si esto traería cambios institucionales. Pienso que sí, pues tener un nuevo competidor político, con su ideología y programas, oxigena la decadente política colombiana, manejada por mermelada y contratos, como el mismo Roy Barreras lo reconocía. Se nos viene un camino de reformas que llaman al optimismo y la esperanza, pues quien ya no tiene esperanza, está muerto en vida.
La argumentación del “castro-chavismo” es realmente ridícula. Socorro Ramírez, en su reciente participación el pasado viernes en Debates Latinoamericanos, patrocinado por el Instituto de Altos Estudios Sociales y Culturales de América Latina y el Caribe de Uninorte, nos presentó un análisis cuidadoso de la evolución de las relaciones colombo-venezolanas, destacando que en un periodo del uribismo en el poder (2002-2007), el comercio floreció entre los países y se acometieron proyectos conjuntos, lo cual se podría llamar “uribismo-chavismo”, basado en la simpatía mutua entre dos líderes carismáticos de espectros políticos opuestos. Venezuela despilfarró su renta petrolera, destruyó el aparato productivo con sus absurdas nacionalizaciones. Se cayeron los precios del petróleo, y hoy estamos ante el riesgo de una implosión, ante la incompetencia de Maduro. El venezolano se ha arruinado, y sincerar la economía venezolana con un tipo de cambio negro casi en los 1.000 BF por dólar, se ve como una labor casi imposible, lo cual ha llevado a esta sociedad al hambre masiva, y con salarios por el suelo. ¿Quién en su sano juicio podría apoyar un supuesto “castro-chavismo”?
El proceso de posconflicto debe abrir el camino a una sociedad colombiana más equitativa e incluyente, con mayor democracia política y respeto por los derechos de las minorías. La muerte de más de quince defensores de derechos humanos desde la firma de los Acuerdos, indica un camino complicado.
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