El club de los bebés
María Claudia Ucross, que está en proceso de adoptar un hijo, denunció una presunta discriminación de la que fue víctima en el almacén Pepe Ganga. Una funcionaria rechazó su inscripción en el programa de descuentos ‘My Baby Club’ por no ser madre biológica. Molesta, Ucross contó su historia en las redes sociales, en donde levantó una ola de críticas contra la empresa.
La molestia de Ucross es válida, como también fue correcta la decisión de Pepe Ganga de enmendar de inmediato su error y aceptarla en el programa. Pero el episodio demuestra el daño que puede causar el uso irresponsable de las redes sociales, en las que pululan las pirañas de la indignación, siempre dispuestas a convertir todo reclamo en una cruzada moral. Y como hoy todo el mundo quiere situarse del lado de la indignación moral —lo que es, las más de veces, una forma de vanidad—, llovieron sobre la marca insultos que ni se merecía, ni le convienen a la sociedad. A juzgar por los comentarios, el epíteto preferido fue “esos hijos de puta”, muchas veces esgrimido por madres a quienes les deseo que nunca les den de beber del caldo que están sirviendo.
Me quedó claro que la mayoría de estas personas son expertas en moralidad, pero no tienen idea de lo complejo que es coordinar las actividades de una organización del tamaño de Pepe Ganga. “Es que no capacitan a su gente”, explicaron algunos ilustrados, exhibiendo un desconocimiento tanto sobre los procesos internos de la empresa, como sobre lo difícil que es formar talento humano en un país en el que el Estado no cumple su función básica de graduar bachilleres con un nivel mínimo de comprensión de lectura.
Pero lo más grave no es eso. Es que no veamos que el perjuicio que se le ocasiona gratuitamente a la imagen de una organización le puede hacer más daño a la sociedad que la falta que supuestamente queremos corregir (o, en este caso, vengar). Todas las actividades de una empresa sufren cuando la empresa sufre, y cuesta tiempo y dinero reparar los daños —si se pueden reparar—, mientras que los provocadores ejercen su cómoda y efímera indignación detrás del teclado de un computador o la pantalla de un smartphone y luego pasan a otro asunto. ¿Qué actividades son esas? Pepe Ganga provee de empleo a 1.200 personas (muchas de ellas madres), y por lo tanto alimenta a miles más; patrocina programas de responsabilidad social a favor de niños pobres; pone a disposición del mercado productos que evidentemente son deseados por la sociedad (pues de otro modo no vendería nada), y paga una suma importante en impuestos, lo que permite, entre otras cosas, que María Claudia Ucross pueda adoptar. Y como está compuesta por seres humanos, de vez en cuando comete errores, como este que corrigió oportunamente, demostrando una buena fe que le faltó al 99% de sus críticos.
Las redes sociales le dan al ciudadano un poder que nunca antes había tenido. Pero cuando cada disgusto termina en una lapidación pública a quienes, como en este caso, son parte de la solución y no del problema, ese poder se está usando mal. Sí, las madres adoptantes tienen los mismos derechos que las biológicas. Sí, los clientes también tienen derechos. Pero nos haría bien recordar que todo derecho implica, a su vez, una responsabilidad.
@tways / ca@thierryw.net
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