El Heraldo

El cine: un espejo de la sociedad

Los productores cinematográficos encuentran un filón de inspiración para sus películas en la vida real, en el diario acontecer de los seres humanos, en el delito y en el mundo de las prisiones y en el reducido ámbito de las universidades y de las escuelas, en las populosas ciudades y en la vida nocturna de sus calles, en los grandes salones de la aristocrática sociedad y en los aterradores episodios de la guerra, reflejados en los documentales y noticieros.

Pero este fabuloso mundo no termina allí. En la medida en que avanza la tecnología, el cine va de su mano con los efectos especiales y el suspenso en un marco de violencia y lujuria patológica de los personajes y la tortura de una lubricidad cruel y refinada; la paranoia y la esquizofrenia, la bipolaridad y la drogadicción nos muestran caminos insospechados de desconocidas y tenebrosas pasiones en el mundo Drácula y otras aberrantes paradojas. El cine divierte y enseña. Censura y al mismo tiempo sobrecoge.

El cine es narrativo y muestra hechos que la historia registra como ocurridos en múltiples circunstancias, en la antigua Roma, en el Egipto de los faraones, en Persia, en Babilonia y Nínive y muchos países de la antigüedad, pero quizás con menos crudeza salvaje que los episodios que hoy conocemos a través de los medios.

Por ejemplo, un padre que viola sistemáticamente a 6 de sus hijas menores y las mantiene cautivas y embarazadas por más de 20 años, hecho que tardíamente es revelado a las autoridades. Un secuestrador que mantiene como rehén a un menor y para la más rápida obtención de sus propósitos extorsivos, envía un dedo del niño a sus padres, seguido de un nuevo envío.

A otro rehén cuyos familiares se han demorado mientras realizan operaciones de préstamos bancarios para el pago del rescate, los impacientes secuestradores no aceptan espera y castigan finalmente a los angustiados padres enviándoles la cabeza del hijo secuestrado.

El genocidio, la barbarie, el asesinato en las prisiones, las hogueras para consumir a hombres y mujeres en aras de un aterrador martirio por sus condiciones genéticas de raza o religión. Los asesinos en serie, una nueva generación de criminales que ejercen una enigmática ciencia médica, asociada a una satánica psicología nacida del fermento de la violencia en hogares desquiciados.

Esa evolución narrativa y técnica que se presenta en el séptimo arte ha estado atada también a las cambiantes demandas de una audiencia pluralista y segmentada. Las tendencias de los consumidores se transforman a partir del nacimiento de nichos sociales que marcan las necesidades y perfiles de las personas. Hipsters, millennials, baby boomers, entre otros, son términos usados para describir a aquellos que cuentan con características y tendencias de consumo específicas.

Muchos productos audiovisuales son hechos basados en esos perfiles. Sin embargo, más allá de esto, hay contenidos que solamente los padres y adultos de una familia están facultados para ver y que deben evitar la presencia de los menores en las salas de cine. A todos nosotros nos concierne esa gran responsabilidad que se torna tan difícil, pues los niños y jóvenes acceden hoy en día fácilmente a los canales de comunicación y tienen a su merced una baraja de productos sin filtro alguno para su edad, algunos de los cuales los llevan a imitar comportamientos sociales violentos y esquizofrénicos, provocando hechos puntuales que ya hemos lamentado.

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