La noticia más actualizada de todos los días es la neurociencia y sus avances en el conocimiento de lo que pasa en el cerebro de las personas, para comprender desde lo que sucede en la mente de los sociópatas hasta las enfermedades degenerativas contra las que tenemos una mínima capacidad de intervención por desconocer muchos de los mecanismos que solo la neurología devela.

Estudios recientes muestran cosas tan impresionantes como que puede haber un acostumbramiento a la maldad o la aceptación de ciertas conductas rechazadas por la sociedad, a partir de una serie de conjugaciones neuroquímicas y emocionales que pueden dar lugar a la creación de un cerebro distinto en la misma persona y encontrarse, a la vuelta del tiempo, con que alguien que tenía una conducta recta en la vida termine comulgando con lo inaceptable.

Así mismo, los estudios muestran que tenemos una mejor comprensión de la cosa degenerativa a nivel del sistema nervioso central que permite un aproche más claro a enfermedades como la descrita por Alois Alzheimer en 1906, considerada la forma más común de demencia incurable y terminal.

Las neurociencias ya dejaron de ser dominio particular de neurólogos, neurocirujanos, psiquiatras, para convertirse en una necesidad que tenemos todos los humanos de saber cómo funciona nuestro cerebro, base de todas las conductas, creencias, religiones, credos políticos, el amor, el odio, para encontrar una explicación a nuestro comportamiento individual y social y no tener excusas para decir que no sabíamos lo que estábamos haciendo.

El producto más elaborado por el cerebro a través de toda la evolución es la emoción, no hay nada más poderoso emergente de las neuronas. Detrás de cada decisión política, económica, religiosa, afectiva, hay una emoción. Quien diga que es una persona racional y que su discurso está por encima de sus emociones no es sino un farsante que pretende impresionar a los demás pero, en el fondo, es como el resto de los humanos que tenemos un cerebro que es ¾ animal y ¼ racional.

La comprensión de todos estos fenómenos se la debemos a la neurología, y deberíamos propender por un acercamiento a las neurociencias como una forma de entender el funcionamiento emocional de nosotros mismos como entes individuales, sociales y planetarios. Esto es una obligación, la única opción para comprender por qué tenemos el mundo de la manera en que lo hemos creado, algo invivible, con el fin de encontrar en esos mismos cerebros las soluciones para intentar un cambio que garantice una coexistencia pacífica mínima en la que podamos evolucionar como sujetos que necesitan trascender.

Hoy es fácil acercarse a la neurociencia porque aquel discurso incomprensible no existe más, la necesitamos para saber quiénes somos, dónde estamos y para dónde vamos, es una responsabilidad ética ineludible si queremos asumir el ser parte de la solución. Se celebra cada 29 de noviembre.

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