De pretil a Pretelt
En algún artículo pasado me refería a la reputación. De igual manera recordaba el viejo dicho de que la mujer del César debía no sólo serlo. Era un intento de entender el comportamiento equívoco, errático, delictivo a veces, de figuras públicas y de personajes ‘privados’ que vemos todos los días sometidos al escarnio público por los disparates que generan en el desarrollo de sus actividades.
Me equivocaba de cabo a rabo. A la gente hoy poco le importa la reputación y por ello no se equivocan, y si delinquen, el escarnio público no existe. Al contrario, se vuelve importante el que hablen de cada cual, no importa que sea mal pero que hablen. Nos encontramos entonces con un cada vez más público ‘concurso’ por demostrar quién es más marrullero y quién se deja coger. Cuando, por algún error de los procedimientos, el individuo es denunciado, se inicia una sapeada que va desde el anuncio de lo que se va a decir pringando a los denunciantes hasta la ensuciada final en la que todos resultan implicados.
Lo más probable es que el anuncio de la prendida del ventilador –figura en la que nos imaginamos un abanico Sanyo encendido en una sala al que se le acercan cantidades de porquería– calme los ánimos de todos y queden las cosas como estaban antes, y de las porquerías sólo sucios de pequeños pringues. Inevitable sí, el mal olor que queda de todos modos a pesar de que se apague el ventilador. Pocas veces las denuncias y contradenuncias tienen éxito y llegan a alguna parte. Cuando esto sucede es porque los pocos condenados carecen de la experiencia de las mayorías y de buena fe se dejan enredar por otros que sí tienen todas las malas intenciones.
Caso Sabas Pretel, un good guy de toda la vida, que en las épocas en las que ya debía estar preparando su retiro, tuvo la mala suerte de ser escogido para incursionar en la política, precisamente como ministro de la política, cuando nunca había ocupado un cargo público. En su desempeño, el mejor de todo el gabinete, tuvo la tarea de coadyuvar en la reelección de su presidente, labor que implicaba trabajar, como todo el equipo de gobierno, en la consecución de los votos necesarios para que en el Congreso se aprobara esa reelección. De hecho, el tema que lo tiene emproblemado terminó en que, efectivamente, el Congreso no solo votó a favor del posible segundo gobierno sino que lo hizo por una mayoría de bastante más de un voto. Los enemigos de Uribe encontraron ‘de papayita’ a Pretelt y a Palacios, quienes reunían las cualidades para caer en la bien concebida emboscada que tenía como carnada a una joya, la congresista Medina, a quien acusan de cohecho, se acoge a sentencia anticipada, y luego off the récord se encarga de dirigir sus baterías contra los dos exministros.
Pretelt, digno y decente, se defiende durante varios años sin echarle vainas a nadie, proclamando su inocencia ante los conspiradores que fraguaron la celada. A pesar de que el testimonio formal de la ‘cohechante’ nunca lo implicó –y con la altísima probabilidad de que pudo haber otros muchos que podían conformar la dupla necesaria para la consumación del delito de dar u ofrecer y recibir o aceptar–, resulta condenado como otros tantos amigos del expresidente. Sabas sólo se defendió con la verdad a todas insuficiente. Fue incapaz de acudir a la que es la mejor defensa en este país: ripostar de inmediato contra los pecados del enemigo. Yo pensaba que eso era un buen chiste de la niña Tulia quien antes de oir ni entender lo que a lo lejos cualquiera le decía, gritaba enseguida de esquina a esquina: “¡Más HP eres tú... por sí acaso!”
fernandoarteta@gmail.com
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