El Heraldo

De la hoz al pajarraco

Un símbolo es la representación de una idea que mediante la evocación, la revelación, o la sustitución, interpreta algún aspecto de la realidad. Vinculado privativamente a la inteligencia humana, es vehículo eficaz en los procesos de comunicación, por lo cual su papel es determinante en actividades como la política, orientada a estructurar la sociedad y exigida a manipular masas.

Por tal razón la simbología ha sido fundamental para los gobiernos autoritarios o totalitaristas, y es así como ciertos elementos devenidos en símbolos políticos como la hoz y el martillo en la Unión Soviética, o la cruz esvástica en la Alemania Nazi, adquirieron una importancia desmedida.

Todo indica que esa era la intención de Hugo Chávez Frías cuando entró a la escena política de su país. Servirse del símbolo fue parte de su estrategia para acceder al poder, y una vez anclado a él, fue la herramienta con que ajustó metódicamente, y con excelencia, su ideología revolucionaria.

Pero las Parcas decidieron asestarle un tijerazo al hilo que sostenía la vida del comandante, y la suerte de una nación quedó en manos del corpulento Nicolás que, más que el cabecilla de un movimiento subversivo, parece uno de esos chicos inexpertos que asistían a la escuela con el famoso Chavo del Ocho.

Desde entonces, el aparato simbólico que construyó el chavismo primigenio comenzó a degenerarse, y la Venezuela de Maduro a mostrarse como una calamidad que pretende sostener el mito de Hugo Chávez con patéticos recursos.

“La mirada de Chávez” se tomó a Venezuela al tiempo que el oficialismo celebró la aparición de una aplicación para escribir por computador con la letra del difunto, mientras vimos a Maduro asegurar que Chávez, en forma de “pajarito chiquitico” enviaba su bendición, y que su rostro había sido visto durante una excavación para el metro de Caracas.

Una profusión de hechos tan estrafalarios, que más le valdría a Hugo Chávez quedarse en la eternidad. Sin embargo, ninguna figuración había sido tan antiestética como la “Oración del delegado” presentada por el chavismo recientemente.

“Chávez nuestro que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá. Danos hoy tu luz para que nos guíe cada día, no nos dejes caer en la tentación del capitalismo, mas líbranos de la maldad de la oligarquía, del delito del contrabando porque de nosotros y nosotras es la patria, la paz y la vida. Por los siglos de los siglos amén.” Como diría mi tía Leda entrecerrando los ojos ¡Madre del Verbo! Se me ocurre que el chavismo es semejante a un anti Midas que corrompe lo que toca.

La Iglesia Católica de Venezuela protestó inmediatamente indicando que la oración de Jesucristo es “intocable”, y aunque se podría alegar que el ejercicio de la poesía también lo es, sucede que esa versión del Padre Nuestro no es otra cosa que una perfecta aberración literaria. Tal parece que el Socialismo del siglo XXI, nacido afín al símbolo de la hoz dorada, cada día está más cercano a eternizarse en la figura de un absurdo pajarraco.

berthicaramos@gmail.com

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