De La Habana a Moscú
Han tardado décadas en llegar a esta conclusión, pero por fin el presidente de EEUU, Barack Obama, ha admitido que el bloqueo económico y político de Cuba “ha fracasado en conseguir nuestros objetivos”.
El miércoles, la Casa Blanca anunció el fin de medio siglo de embargo y la normalización de las relaciones con el régimen castrista. Esta conclusión, sin embargo, no parece que vaya a aplicarse a Rusia. De hecho, Washington podría anunciar esta semana una nueva ronda de sanciones contra Moscú por la anexión de la región de Crimea y el apoyo velado a las fuerzas separatistas en el este de Ucrania. Las muchas medidas de castigo ya adoptadas por EEUU y la Unión Europea están haciendo mella en la economía rusa, probablemente mucho más de lo que esperaban sus promotores. La reciente caída de un 50% del precio del petróleo, principal fuente de ingresos de Rusia, ha golpeado muy duramente la economía rusa. Y las sanciones occidentales contra determinados empresarios y bancos rusos han acentuado una devaluación fuerte del rublo que está empezando a causar graves problemas para los ciudadanos. Como la situación siga así, muchas empresas podrían echar el cierre al no poder refinanciar sus deudas denominadas en divisas extranjeras.
Algunos medios y políticos en Europa piensan que la política de sanciones dirigida al gobierno del presidente Vladimir Putin está dando resultados y podría eventualmente provocar un cambio político. Este argumento se basa en la teoría de que Putin debe su enorme popularidad entre los votantes rusos al relativo bienestar económico del país gracias a las inmensas reservas de petróleo y gas. Se equivocan. Putin cimentó su poder sobre el sentimiento nacionalista, ya que logró recuperar el orgullo de los rusos tras la desintegración de la Unión Soviética a principios de los 1990 y el caos económico subsiguiente bajo el presidente borrachín Boris Yeltsin, que permitió a las élites saquear el país. Para mantener esta idea de una gran Rusia renacida, Putin tira de enemigos externos en un país que tiene una memoria muy viva de las muchas invasiones por tropas extranjeras en su historia. Las sanciones de EEUU y la UE sirven para justificar ese discurso de la amenaza externa, mientras que los ciudadanos comunes empiezan a pagar el plato. También a los hermanos Castro les sirvió el embargo férreo de Washington para desviar la atención de las enormes deficiencias del sistema comunista y echar toda la culpa al imperialismo yanqui.
Quizás ha llegado también el momento de levantar algunas de las sanciones contra Rusia, por lo menos aquellas que tienen un impacto directo en la economía real, y de mantener solo las restricciones financieras y de visado contra personas asociadas al Kremlin. De esta forma, los países occidentales podrían mostrar su solidaridad con el pueblo ruso en un momento especialmente difícil y, a la vez, contribuir a desmontar el discurso del eterno enemigo que mantiene a Putin en el poder.
@thiloschafer
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