De acuerdo con Raimundo
Estoy totalmente de acuerdo con Raimundo Angulo: “nada de serrucho ni de bandidas” en la elección del mejor cuerpo en el reinado de Cartagena. Claramente quedó establecido que no es un veto a la champeta, género muy cartagenero y con alcance nacional, sino un rechazo a esos mensajes que hacen de esta sociedad un país misógino y permisivo.
Ninguna mujer en este país y en el mundo se merece que se refieran a su género como bandidas, lo que ha justificado maltratos, desprecio y muchas barreras que hoy vive la mujer. Detrás de esa idea está la clasificación retardataria de que las mujeres o son santas o son bandidas. Ni lo uno ni lo otro.
Entiendo la reacción de Raimundo Angulo como ese esfuerzo gigantesco que tenemos que hacer todos los colombianos, para entender el posconflicto como la gran oportunidad de empezar a cambiar seriamente nuestra sociedad. La música que en este país pasa por su mejor momento al demostrar que entre nuestros niños hay un potencial enorme, como nunca probablemente, es parte fundamental de nuestra cultura.
La amamos, la bailamos, como pocos pueblos aún en América Latina. Por ello es fundamental cambiar esos mensajes perversos que transmite. Siempre recuerdo el famoso vallenato que dice: “la cosecha de mujeres nunca se acaba”, como una de las realidades –porque así lo sienten nuestros hombres– como un himno a la infidelidad masculina, que es parte de esos valores patriarcales que queremos acabar. Eso con respecto a la palabra “bandidas”.
A su vez, nada más inoportuno que hablar del “serrucho” cuando los niveles de corrupción en Colombia están llegando a proporciones impensables. Serrucho, mermelada, deben salir de ese lenguaje que parecería legitima algo que está acabando con nuestra sociedad, la corrupción, la carencia de transparencia. Los escándalos de esta naturaleza ya se dan con una frecuencia inusitada en los sectores que forman parte de la reducida élite nacional, en este país tan desafortunadamente estratificado. Si algo necesita nuestra sociedad es reposicionar esos valores que nos repitieron nuestros abuelos: no se necesita robar para vivir bien. Por el contrario, no hay nada mejor para poder dormir como los ángeles que ser honesto.
En este país tan confundido como es Colombia, se necesita valor y comprensión de lo que realmente requiere cambio, para salir a hacer las afirmaciones de Raimundo. Si muchos de nosotros tuviéramos el valor de frenar estos mensajes propios de otras épocas, de otras realidades, nuestro país aprovecharía la posibilidad del posconflicto, para contribuir a hacer de Colombia una sociedad más justa, más equitativa y, créanlo o no, más moderna.
Esa es la ventaja de tener gente mayor en las directivas del país porque ya han pasado los tiempos en que se podía ser irresponsables y ahora asumen el rol de liderazgo que corresponde. El costo sin duda es menor popularidad, especialmente entre quienes tienen un concepto distinto de lo que se debe transmitir, pero recuerden que las reinas de belleza, los artistas son los que tienen que ser populares pero los que tienen poder de mando solo deben buscar ser respetados y sacrificar la popularidad.
Para quienes siempre critican el Concurso Nacional de la Belleza, este incidente puede parecerles menor. No es así; para quienes creemos que este país tiene que cambiar de manera radical, no importa de dónde nazcan estos mensajes. Todos los actores de la sociedad tienen que aceptar que no se pueden seguir promoviendo ideas que le hacen daño a una nación.
cecilia@cecilialopez.com
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