Cumbre humanitaria
Acaba de terminar en Estambul la primera Cumbre Mundial Humanitaria, que arrancó con un discurso de apertura del Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en el que pedía que la agenda se centrara en 5 puntos considerados capitales para los países participantes: 1) prevención y finalización de conflictos, 2) protección a las víctimas, 3) inclusión social, 4) acabar las necesidades humanitarias, y 5) inversión en la humanidad. Finalizó diciendo que esta cumbre era un punto de partida para moldear el futuro y dar oportunidades a las personas para desarrollar una vida digna.
Carajo, parece que se va a salvar el mundo, dice uno de entrada, animado por este discurso perfecto, bellísimo, pero, al analizar la cumbre desde el punto de vista estructural, salen a relucir cosas que hacen torcer la boca hacia un lado para un gesto de duda o desconfianza. Ejemplo, acudieron delegaciones de 173 países, 55 de los cuales, en su gran mayoría, estaban representando a países de África y Asia. Excepto por la presencia de la canciller alemana, Ángela Merkel, no hubo ningún otro representante del G7, los de la tula, el grupo de los países más industrializados del planeta. Eche, ¿cómo así?, ¿qué tipo de cumbre es esta?, ¿lo mismo de siempre? Porque el escenario pinta como esas reuniones de alto turmequé en las que se cita a alguien con cierta ascendencia para que se escuche el lamento de los países pobres en su queja por el atropello de los países ricos. Esto lo he visto antes. Y no ha pasado nada.
Oquei, dice uno, todo bien, hay que ser positivos para seguir en la onda de las buenas intenciones. Es un primer paso, nada de esto es fácil, se está hablando de una regulación de la producción industrial de tal manera que no produzca más pobres y deteriore menos el planeta, lo que debe redundar en una vida digna para las personas. Eso les pone los pelos de punta a los países que manejan el peso de la industria a nivel mundial; el equilibrio político, económico y de la producción en el planeta lo han planteado ellos con base en su poder y no en función de las necesidades de los otros países. Romper ese equilibrio es, por naturaleza, una tarea que implicaría cambiar el mundo en su totalidad, y eso, al menos para mí, es algo para lo que no estaremos preparados en mucho tiempo; esto sería la propia neurocultura, cambiar el cerebro de los seres humanos en un acto de buena voluntad. Virgen santa.
De buenas intenciones está lleno el reino de este mundo, lo que pasa es que el tic toc avanza de manera pautada para los países industriales, en cambio, arrastra a los países pobres a la desesperación, y, peor aún, al deterioro del planeta.
No es fácil ser optimista en razón de la información y de la historia que muestra el resultado de estos encuentros, pero hay que darle tiempo al Prometeo de las Naciones Unidas, lo que le espera le tomará esta vida y la otra.
haroldomartinez@hotmail.com
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