¡Cuba!
Hay muchos calificativos, análisis y experiencias para titular un escrito de hoy sobre Cuba, porque la verdad, cualquier adjetivo que se utilice no es suficiente por la historia, la música, la personalidad y el encanto que tiene esta isla mágica y particular.
Como fue una jugada de alto riesgo en el tablero de la geopolítica mundial, por parte del presidente Obama, era más que obvio que la andanada vendría desde Estados Unidos y de un sector del exilio. Militantes republicanos y recalcitrantes enemigos del régimen comunista se alzaron contra el acercamiento.
En estos procesos hay que escucharlos a todos, porque independiente de los afectos o las líneas políticas, en casos como estos, casi siempre todo el mundo tiene la razón.
El tiempo apremia y no hay espacio para muchas consultas. Así que una vez me enteré de la noticia escribí raudo un correo a dos amigos en La Habana e hice cuatro llamadas a Miami, a cubanos jóvenes y maduros radicados en la Ciudad del Sol.
Las respuestas de Cuba, todas, son de júbilo. Esta es una de ellas: “Queridos amigos: muchas gracias, estamos felices. Lloramos de alegría, pensamos ha sido una batalla ganada por el resistente pueblo cubano, la felicidad no cabe en nuestros pechos. Amamos lo sucedido”.
De las llamadas recibimos deferentes opiniones. Gente grande que considera una genuflexión de Obama porque reconoció que la política del embargo había fracasado, como en efecto ocurrió después de cinco décadas, a partir de los resultados obtenidos: un pueblo viviendo de beneficencia y un poderoso Goliat que no logró su cometido de debilitar al gobierno de Fidel. Lo único que se pudo hacer, y ese no era el objetivo, fue empobrecer a la gente
Pero otras voces, de esta rápida consulta, de quienes crecieron en la Florida, tienen otro tono. Son ejecutivos cubanoamericanos que ven en la apertura y el descongelamiento de las relaciones un mejor bienestar para la tía abuela que apenas se puede mover en una casita de Santa Clara, o de un primo tercero y octogenario que vive en un apretado y desvencijado apartamento de La Habana Vieja.
El tema pica y se extiende, porque el asunto es de derechos humanos y bienestar. En realidad es muy fácil opinar desde una cómoda silla del restaurante Versalles, en plena Calle Ocho, con un arro´con grí y puerco asado al frente, mientras por el barrio Vedado la parentela lejana o cercana camina con mirada triste buscando “resolver” el día a día. Es que “resolver” es el verbo que más se usa allá ante las limitaciones.
Por encima de las ideologías y de las pasiones hay que apuntar a la dignificación de quienes viven allí, presos en la jaula de oro por “El Abuelo”, como llaman en la calle a Fidel y de quien Pedro Luis Ferrer hizo una ingeniosa pieza musical. Pero también presos por el embargo, que ha servido de excusa para justificar un modelo de economía que ha demostrado su incapacidad.
Los expertos y analistas externos poco importan. Interesa es quien vive y sufre en Cuba las indolencias por la falta de alimentos y medicamentos por las razones que sean. Ya no habrá excusas de ningún lado.
mendietahumberto@gmail.com
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