Cerrando la brecha del sida
Diagnosticar los casos verdaderos de la infección con el Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida, qué puede ocasionar y darles tratamiento o manejo son los retos más grandes que no solo las organizaciones, sociedades e instituciones de salud debemos trazarnos, sino también los gobiernos, líderes, benefactores y en general la humanidad entera.
La OMS cree que se podría alcanzar en el año 2030, mejorando el porcentaje de personas que ya están infectadas, unos 19 millones en el mundo. Pero, qué pasa con aquellas que ni siquiera saben que lo tienen, calculadas que son en el momento alrededor de un 80%. Sí, la mayoría de los infectados no saben que lo tienen, que podrían cambiar su pronóstico ingresando a un buen programa de manejo y tratamiento, que su calidad y promedio de vida mejoraría tanto que hasta podría recuperar sus promedios sin la enfermedad, reintegrarse a la sociedad y, lo más importante, no seguir contagiando y colocando el crecimiento de la enfermedad en una marcha sin medidas.
Pero si un gobernador piensa que se derrocha la plata en darle buen manejo a los pacientes, si no es capaz de darle la mano a un paciente con sida, y por el contrario denuncia y solicita su renuncia del funcionario que lo hace, por utilizar bien los recursos en los pacientes, y no para su propio beneficio, es cuando nos damos cuenta de que lo más importante para lograr este gran propósito seguirá siendo imposible en un país en donde un general es retirado, después de un acto heroico, tratando de cerrar la brecha entre un pueblo maltratado y abandonado como el Chocó, utilizando lo que él creyó era la mejor estrategia, quitarse el uniforme y actuar como cualquier civil, para meterse en el pueblo y ayudarlo a solucionar sus grandes problemas.
El sida tiene que combatirse como lo intentó el General Alzate, con dignidad y entereza, enfrentando riesgos como los que corremos todos los días, quienes atendemos sin ninguna restricción a los pacientes, aquellos que decidimos colocar el servicio de la salud para todos, aún sabiendo que en algún momento podemos contraer circunstancialmente la enfermedad de quienes atendemos.
Los gobiernos tienen que reflexionar, dejar de pensar en forma absurda y anacrónica que las personas infectadas, si bien cometieron un error por no conocer su enemigo, como lo hizo el General, hay que buscarlo, atacarlo y vencerlo. A este individuo, el pueblo lo ensalzaría mientras otros lo castigan.
Los gastos en salud no pueden seguir siendo inferiores a los de la guerra. Cualquier ministro de Hacienda lo sabe y tiene su respuesta en cifras, invertir en la salud de la gente, evitando la infección por el VIH y otras enfermedades permitiría un crecimiento mayor en el PIB, que en cualquier otra inversión. Tratar adecuadamente a los pacientes es una acción de mayor repercusión que todo lo que se ha hecho en otras actividades. El pueblo sano, es decir no solo libre de enfermedad, sino con vivienda, educación, deporte y buena atención médica, es el principal argumento para acabar con la guerrilla y demás violentos, pues no existiría ninguna razón para su existencia. Cerrar la brecha, como en el sida, son acciones prioritarias que los gobiernos deben liderar.
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