¿Es rica una familia que hace 50 años construyó con esfuerzo una casa grande para una familia grande, como las de la época, en un sitio que se valorizó enormemente pero que no le genera ingreso alguno? Después del impuesto a la riqueza, esa familia de clase media y enclavada en un estrato alto ya no alcanza a pagar un predial millonario. 

¿Es rico un mediano ganadero que posee una tierra que por su ubicación y condiciones también ha visto crecer su valor catastral, pero no los ingresos de la producción lechera de sus vacas? ¿Es rico un agricultor en las mismas condiciones? 

Entre ganaderos hay una sentencia que hoy golpea como nunca: “Un ganadero solo es rico cuando vende, o sus deudos cuando él se muere”. Vender es la opción que les queda a miles de familias urbanas con predios valorizados, pero que no generan ingresos para cubrir los impuestos; o a miles de propietarios rurales cuyos predios no alcanzan a generar el ingreso para asumir la carga tributaria y producir utilidad. 

Miles de empresas urbanas y rurales, sobre todo medianas y pequeñas, no podrán crecer y generar empleo y riqueza, paradójicamente, porque el llamado impuesto a la riqueza y el oneroso predial no se lo permiten. 

Entre 2004 y 2014 el avalúo catastral total –urbano y rural– creció un ¡314%! En el sector rural el incremento fue de ¡297%!, al pasar de 35 a 139 billones de pesos, a lo que se suma la tendencia de los municipios de aplicar las máximas tarifas del predial, en su afán de allegar mayores recursos, ya sea para el desarrollo o para el clientelismo electoral. Esta combinación genera un efecto que no resiste comparación con el ingreso de los productores, que en la década solo creció 86%, pero con una inflación acumulada del 54%, que apenas deja un incremento real de 32%, casi diez veces menos que la valorización de sus predios sobre la cual tributan.  El resultado de un ingreso menguado frente a un impuesto creciente es el deterioro del poder adquisitivo y la calidad de vida de las familias rurales.

Y si acercamos el foco encontramos otro factor de inequidad de un modelo de desarrollo antirrural. En la última década, el aporte del sector agropecuario al PIB fue, en promedio, del 7%, pero la participación del avalúo catastral rural en el total fue del 15%. En otras palabras, el campo paga impuestos por encima de su capacidad de generación de riqueza. 

Si existe compromiso con la recuperación rural y las posibilidades de la producción agropecuaria frente a la demanda mundial por alimentos, las cargas tributarias deberían reducirse para potenciar la capacidad productiva y la competitividad, apalancadas en un incremento sustancial de la inversión en bienes públicos.   

Esto es anatema para los gurús que nos califican de ineficientes y condenan la protección al sector agropecuario. Pero claro, ellos no pagan nuestro predial ni saben de costos de producción en medio del atraso rural, pero sí nos exigen que compitamos con productores de Estados Unidos y Europa, altamente protegidos y con óptimas condiciones de producción. 

@jflafaurie