Cantar la muerte
Alguien me habló todos los días de mi vida al oído, despacio, lentamente. Me dijo: ¡vive, vive, vive! Era la muerte.
El verso es del poeta mexicano, Jaime Sabines. Desde siempre, desde que hay humanos sobre la tierra, la muerte ha sido el gran enigma de la existencia humana. Distintos rituales y manifestaciones artísticas han reflexionado sobre el momento final de nuestra vida.
Imaginar, escribir y cantar sobre la muerte fue lo que hizo el músico cubano Polo Montañez en canciones como La última canción y Desde abajo, ambas de su álbum postrero.
El 20 de noviembre del 2002, regresando de La Habana a San Cristóbal, el auto del compositor impactó contra un camión sin luces. Polo murió días después, debido a serias complicaciones.
Otra estrella de la música cubana, Daniel Santos, había vivido los horrores de la guerra, cuando compuso Despedida, tema prohibido en Puerto Rico porque convocaba a los jóvenes a no enlistarse en las filas del ejercito norteamericano, durante la II Guerra Mundial. Daniel sufrió una fuerte depresión y confesó después, en un programa de televisión, que había intentado suicidarse como Alfonsina Storni, entrando al mar, caminando hasta ahogarse.
“Pero cuando sentí que no podía respirar, me arrepentí y salí corriendo del agua”, contó con humor el cantante.
Para muchas personas el amor es una enfermedad, una tragedia. Algunas no logran sobrevivir a la pérdida de un amor o al abandono y creen que sólo la muerte pondrá fin a su sufrimiento.
En El Banco, Magdalena, los más veteranos recuerdan aún la historia del cachaco que vendía cuadros e imágenes de santos y se suicidó una noche en el Bar Tropical, luego de oír una y otra vez Mala mujer, composición de José Barros, oriundo del lugar. Después empezó a decirse en el pueblo que si uno escuchaba esa canción, una y otra vez, le daban ganas de matarse. “Así que tócala una sola vez”, pedían los clientes.
Para muchos, es mejor morir de amor que nunca haber amado. Tal parece ser el caso del compositor, actor y cantante mexicano, Agustín Lara.
Se cuenta que cuando Lara murió, algunas de sus doce viudas fueron a reclamar su herencia y descubrieron que sus matrimonios eran falsos. Lara contrató siempre actores para que hicieran de sacerdotes y jueces de paz frente a sus mujeres. Tenía un ego enorme. A todos sus hijos los reconoció, siempre y cuando ellas los bautizaran Agustín.
En 1960, Lara dijo a la revista Siempre: “He tenido la gloriosa dicha de que me amen. La esencia de mis manos se ha gastado en caricias. Las joyas que he regalado, puestas juntas en el cielo, opacarían a la Osa Mayor. Tres veces tuve fortuna y tres veces la perdí. Soy un ingrediente nacional como el epazote y el tequila. Soy más Werther que Dorian Gray. Quiero morir católico pero lo más tarde posible”.
La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos dijo el poeta español Antonio Machado.
Así que, una vez muertos, el problema es de los otros. Por ahora, los invito a escuchar canciones que hacen reflexionar sobre la muerte, este fin de semana en La Cueva en el aire.
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