Boceto de Barros
A sus diez años, José Benito Barros se subía a una mesa de billar de El Banco, Magdalena, a cantar por veinte centavos, acompañado del telegrafista y el administrador del correo, que sabían tocar el tiple y la guitarra. En el colegio, Barros era infaltable en los paseos, el de la última banca del bus, que convertía cada viaje en una serenata, gracias a que su tío Roberto Palomino le había enseñado sus primeras cuerdas.
Prolífico, inspirado en su gran debilidad: las mujeres, las sembró de hijos y escribió para ellas más de 1.500 canciones, desde cumbias y boleros hasta currulaos y guabinas, historias de amores escondidos, fugaces e intensos, contados en clave para hacer sonreír a sus coterráneos, composiciones al despecho y la decepción para hundidos en el alcohol o piezas alegres que convocan a parejas que bailen el cumbión, casi todos ellos pescadores, vaqueros, peones, bogas; casi todas ellas de pollera, con velas encendidas, bailando y bebiendo ron Matusalén.
José Barros hurgó en la condición humana y buscó la raíz del sentimiento, ahí donde el alma es casi siempre frágil. Admirador de Carlos Gardel y de Agustín Lara, recorrió bares y burdeles de Argentina y México, hasta que aprendió a escribir tangos y rancheras. Su primer tema, grabado en Lima, fue el tango Cantinero sirva tanda. Lara dijo alguna vez que Barros era “el más grande autor de Latinoamérica”, y un buen tango de José Barros es Viejo carrusel, por Ismael Miranda.
Dotado de gran sensibilidad, buscó a diario las notas musicales que pudieran expresar el sentir de su pueblo. No solo cantó a las mujeres, también a la tierra, al río, al mar y las noches, a personajes y paisajes de esta región, y a animales como La pava, El guere guere, El gallo tuerto, El caballito melao.
En la orilla del mar, bello bolero interpretado por Bienvenido Granda, el más firme cantante de la Sonora Matancera, da como autor a un tal José Berroa, motivando encendidas discusiones. El mismo Rogelio Martínez, director de la Sonora, aseguraba que ese Berroa existía. ¿Qué otra canción compuso ese tipo?, preguntaba Barros, él que tenía mil quinientas.
Tito Cortés llevó las canciones de Barros a los bares y las cantinas de México, y dicen que muchos hombres se quitaron la vida en El Banco mientras escuchaban Mala mujer, en la voz de Cortés. Para otros, el mejor intérprete de José Barros fue Nelson Pinedo. O Luis Carlos Meyer o Víctor Piñero. Daniel Santos y Charlie Figueroa también interpretaron temas suyos de despecho, tragos y bohemia. Otros en la lista de oro: Matilde Díaz, Alfredo Gutiérrez, Tony Camargo, Gabriel Romero, Noel Petro, Leonor González Mina y Carlos Vives.
Con su destreza a la hora de hilar versos, su hermoso lenguaje poético y melódico, el cuento y la belleza de su descripción, José Barros concibió para la historia un éxito insospechado: La piragua, sin duda, la mejor pieza de su colección.
Barranquilla fue una ciudad querida por él. En ella visitaba a su sobrino Carlos Barros, dueño de El Chicote, un bar frecuentado por viejos amigos. Este 21 de marzo, José Benito Barros Palomino habría cumplido cien años de nacido. Música en su tumba.
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