Bis necesario
En estos días la prensa registró estadísticas de la Organización Mundial de la Salud referentes a la cantidad de personas que hay en el mundo con depresión, más de 350 millones de seres humanos padecen esta condición. En Colombia hay una tasa superior al 6% de la población. Súmenle a estas cifras el subregistro de casos que no aparecen en las estadísticas oficiales. Es una cifra astronómica que muestra cómo se siente un alto porcentaje de la población mundial. Sin embargo, es necesario hacer ciertas precisiones acerca del fenómeno.
Lo primero que se debe decir es que cualquier persona en este mundo puede tener un episodio depresivo o la enfermedad como tal. Baste con pensar en las emociones posteriores a un evento catastrófico en la vida, en la aparición de síntomas depresivos en una persona con hipotiroidismo o en un bajón depresivo dentro de un trastorno bipolar, para admitir que hay un enorme abanico de posibilidades para que alguien se pueda deprimir. Más aún, los síntomas varían según la edad, a pesar de experienciar las mismas emociones negativas, no se expresa de la misma forma en un niño, en un adolescente o en un adulto Por lo tanto, ninguna depresión se parece a otra ni siquiera en la misma persona y su tratamiento será diferente en cada caso. En unos bastará con un proceso psicoterapéutico o psicoeducativo, en otros con medicamentos, y en la gran mayoría de casos en una combinación de ambos, siempre en función de la edad del paciente.
Si se permitiera el curso natural de los síntomas depresivos hasta la fase nihilista -negación de la vida- cualquier persona podría considerar la posibilidad de suicidarse como “única salida ante tanto sufrimiento”. Es un momento cumbre en el desarrollo del trastorno en el que se deben tomar decisiones críticas porque se trata de una seria amenaza para la vida de esa persona. Puede llegar un momento en que una idea obsesiva sobre quitarse la vida sobrepase cualquier psicoterapia o maniobra para preservar su vida, en estos momentos sí hay una verdadera alteración de los neurotransmisores en el cerebro y en ese sentido tienen razón los psiquiatras europeos, así como sabemos –psiquiatras, pacientes, familiares- que los medicamentos sí estabilizan los mecanismos de producción y control de esas sustancias porque mejoran sus síntomas, así no tengamos muy claro cómo es que todo eso funciona. Pero funciona.
¿Cómo no ofrecerle a una persona cuyo único pensamiento es quitarse la vida la posibilidad de una mejoría relativamente rápida de sus angustias y la disminución de ese deseo de lanzarse al precipicio de su inexistencia con un medicamento que ha mostrado eficacia y confiabilidad? Dije mejoría de los síntomas, no curación de las causas de su trastorno depresivo transitorio o estable, eso es otro boleto. Ahí es donde entra la psicoterapia a entender la problemática que lo llevó hasta ese punto e intentar resolverlo, pero primero hay que sacarle los demonios, las mejores palabras no son asimiladas de manera adecuada por un cerebro perturbado.
En pocos años la depresión superará al cáncer y las enfermedades cardiacas como causa más frecuente de enfermedad, muchas familias decidirán si aceptan o no la medicación.
haroldomartinez@hotmail.com
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