Árboles
La decisión que ha tomado la Administración distrital de implementar un programa de recuperación y restauración de buena parte de los parques de la ciudad, y de iniciar el proceso que convertirá las instalaciones del denominado Batallón Paraíso en un parque de gran extensión debe recibir todo el apoyo y acompañamiento por parte de los barranquilleros. Resulta evidente que la gran mayoría de los parques del Distrito se encuentran en un imperdonable estado de abandono y demandando intervenciones profundas.
Sin embargo, conviene tener en cuenta varias consideraciones. Por estos días, en los que nos agobian titulares de prensa anunciando una sequía exótica, resulta oportuno revisar los criterios de diseño que se han tenido en cuenta en las renovaciones de los parques, concretamente en la selección de las especies vegetales y en las proporciones de zonas empradizadas que se han propuesto. Entendiendo la actual coyuntura, vale la pena preguntarse si se justifica la inversión que supone conservar el césped en nuestra ciudad.
Una de las máximas del diseño sostenible consiste en realizar actuaciones que estén de acuerdo con las condiciones climáticas del entorno receptor de la intervención. Desde este punto de vista debemos considerar que si una determinada propuesta exige notables esfuerzos para su conservación, probablemente esté fuera de contexto. En Barranquilla son los efectos de la humedad y la radiación solar los factores que más inciden en la sensación de confort de las personas, en este sentido nuestra ciudad demanda sombra y la agradece.
El césped no genera sombra alguna: ayuda a mitigar la radiación solar indirecta, contribuye a mitigar el polvo, a paliar nuestro particular problema de escorrentías de aguas pluviales y es sin duda un elemento estético con gran valor, siendo esto último quizás su mayor ventaja. Pero debido a nuestras condiciones climáticas, sin riego y mantenimiento adecuado (y por adecuado entiéndase riguroso y constante por siempre, es decir: no sostenible), las zonas verdes en nuestra ciudad quedan convertidas en muladares.
Los árboles, por otro lado, no requieren mantenimiento continuo salvo en los primeros dos o tres años a partir de su siembra, y solo demandan podas programadas a lo largo del tiempo. Son imprescindibles: generan sombra bloqueando la radiación solar directa y minimizando la indirecta, cumplen una función estética y ayudan a ordenar el paisaje. Los árboles constituyen uno de los principales activos de nuestro espacio público.
En una ciudad como la nuestra, la prioridad debe ser arborizar y no empradizar, y este debería ser el criterio fundamental para el diseño de parques, andenes y plazas. Nuestra incompetencia para mantener lo que construimos es evidente, dejamos que el deterioro nos afecte de tal forma que solo es posible el rescate a través de la intervención total. Mediante un diseño acertado es posible minimizar el impacto de nuestra desidia, espero que los responsables de los diseños de las obras públicas lo comprendan así y observemos proporciones razonables de árboles y césped. Y claro, que por fin exista una entidad distrital que se responsabilice por ambos.
moreno.slagter@yahoo.com
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