¡Apaga y vámonos!
Según la RAE, se trata de una expresión utilizada “Para dar a entender que algo ha llegado a su final o para declararlo absurdo o inaceptable”. Su origen aún no se sabe si corresponde a un hecho real, o a una leyenda de Andalucía relatada en un libro del escritor español Luis Montoto Rautenstrauch. La historia cuenta cómo dos sacerdotes resolvieron una apuesta que ganaría aquel que pudiera celebrar la misa más corta, y dice así: “Optaban dos sacerdotes una plaza de capellán castrense y para conseguirla era preciso decir la misa en muy pocos minutos. Apostáronse y comenzaron a rezar el propio. Y como el uno oyera que el otro en lugar de “Introibo ad altarem Dei” (subiré al altar de Dios) empezó diciendo “Ite Missa Est” (se acabó la misa), él, ansioso de ganar la apuesta dijo al monaguillo “¡Apaga y vámonos!”.
Una salida muy ingeniosa la del cura esperanzado en conseguirse la chambita, y, sea o no ese su origen, lo cierto es que esa expresión nos pertenece; la hemos utilizado infinitas veces para conjurar lo que nos enturbia el alma, a ella hemos recurrido tratando de transformar la hiel en miel y la repulsión en resignación. Y ocurre que pocas veces una expresión podría ligarse a los hechos de manera tan palpable, como sucede cuando la usamos para enmarcar lo acontecido días atrás con Electricaribe S.A. ¡Apaga y vámonos! Pues bien, por lo que se ha visto recientemente, a Electricaribe –empresa a la que un Estado ineficiente otorgó en el año 2009 facultades para comercializar la energía que se consume a precios exorbitantes en el manso territorio del Caribe– no parecen hacerle mella los reclamos del Gobierno, ni el malestar de los usuarios. “Estoy cabreado con Electricaribe”, dijo hace casi un año el entonces ministro Amylcar Acosta, emplazando a la empresa a solucionar las fallas que siempre achacaban a las lluvias o las brisas; sin embargo, quedó claro en días pasados que en cuanto a su compromiso de invertir en mejoramiento de infraestructura, el resultado es un fiasco.
Absurdo e inaceptable lo que sucede con Electricaribe. Una empresa que en su página oficial reporta un 86,01% de accionistas privados, de los cuales Unión Fenosa Internacional S.A., que encarna el deseo español de reconquista, tiene un bloque accionario que llega al 83,48%. Tales accionistas, que quizá manejarán sus intereses al calor de las bacanales en los círculos de poder de la madre patria, difícilmente podrían saber lo que significa el calor que nos mamamos los usuarios cada vez que nos suspenden la energía al otro lado del charco. Eso, sin nombrar las funestas consecuencias que acarrean estos desmanes en el ámbito económico. Aun así, si uno busca en Internet lo que la empresa denomina su Código Ético, entre los puntos que lo conforman encuentra frases como esta: “Gas Natural Fenosa asume, lidera e impulsa el compromiso de calidad, facilitando los recursos necesarios para alcanzar la excelencia y estableciendo las medidas apropiadas para asegurar que la política de calidad sea practicada por todos los empleados de acuerdo con estos principios.” Puro blablablá, señores, la realidad es bien distinta. ¡Apaga y vámonos!
berthicaramos@gmail.com
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