El Heraldo
Imagen captada durante la toma del Palacio de Justicia, mientras el Ejército intentaba retomar el control.
Colombia

“Colombianos son apáticos ante el narco; lo ven como un problema de EEUU”

La agencia creía que “los colombianos son apáticos ante el narcotráfico”, según revelan los reportes de la Central de Inteligencia de EEUU subidos recientemente a internet.

En uno de los 930 mil documentos subidos recientemente a la red, la CIA reporta la toma del Palacio de Justicia como un gran fracaso del M-19 y una especie de triunfo oportuno de la fuerza pública, e incluso alerta sobre la posibilidad de que la guerrilla, tras el holocausto, estuviera planeando tomarse una embajada durante la Asamblea General de la OEA, celebrada en Cartagena en 1985.

En otro de los papeles de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos sobre Colombia, que ha venido revelando EL HERALDO, se hace un balance de la situación del narcotráfico en plena época de apogeo de los grandes carteles y se incluye un análisis en el que se puede leer, por ejemplo, que “los colombianos son apáticos al problema del narcotráfico y creen que es un asunto solo de los Estados Unidos”, o se comenta que “los colombianos que viajan al extranjero se avergüenzan de su país” por la fama que le daba al país el tráfico de drogas y sentencian sin rodeos que “Colombia es la sociedad más violenta del continente”.

Lo que escribió la CIA sobre la toma del Palacio

El 18 de noviembre de 1985, una docena de días después de la Toma al Palacio de Justicia, la CIA elabora en un reporte periódico denominado “Revisión del terrorismo” un capítulo que llama “El M-19 de Colombia: revés”.

En el informe, de dos páginas, la agencia estadounidense cuenta que “el 6 de noviembre un indeterminado número de guerrilleros del M-19, algunos disfrazados de policías, entraron a sangre y fuego en el Palacio de Justicia en Bogotá, atrapando más de 300 personas adentro y tomando numerosos rehenes. La rápida respuesta militar del gobierno colombiano cogió a la guerrilla desprevenida, y la crisis terminó al día siguiente, dejando al menos 100 muertos, incluyendo guerrilleros y varios magistrados de la Corte Suprema”.

Agrega que la toma temporal del Palacio es la más reciente demostración de que “elementos extremistas en el M-19 están llevando al grupo hacia un incremento de la violencia guerrillera” y contextualizan la información recordando que “la actividad del M-19, la segunda guerrilla colombiana, se ha venido incrementando continuamente desde que el grupo rompió una tregua de 10 meses con el Gobierno el pasado mes de junio. Además, reportes de prensa indican que el M-19 ha formado una alianza táctica varios grupos guerrilleros más pequeños. Esto que ha pasado probablemente indique el colapso del proceso de paz del presidente Betancur y podría causar que este le dé más libertad de acción a los militares en su lucha contra el M-19 y otras guerrillas”.

“El asalto representó una derrota para el M-19”

Frente a las consecuencias del holocausto, el organismo de espionaje advierte que “el asalto al Palacio de Justicia representa la acción más espectacular del grupo hasta la fecha. El M-19 aparentemente esperaba replicar la exitosa toma de la Embajada dominicana en 1980. El M-19 probablemente planeaba usar la toma para obtener la máxima cobertura de prensa por su causa y poner los reflectores en su insatisfacción con la falta de progreso en el proceso de paz”.

Desde el 24 de agosto de 1984, el M-19 y el gobierno de Betancur habían firmado los Acuerdos de Corinto, en los cuales las partes se comprometían a un cese bilateral del fuego y la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto armado. No obstante, sectores del Ejército opuestos a los acuerdos de tregua y paz atacaron a varios miembros y campamentos en tregua del M-19. Además, los líderes del M-19, Iván Marino Ospina y el cartagenero Carlos Pizarro Leongómez, fueron emboscados por la Policía y el Ejército cuando se dirigían a San Francisco y Corinto, Cauca para reunirse con los miembros de la comisión de paz. Por ello, desde enero de 1985 se anunciaron rotos la tregua y los acuerdos.

Continúa la CIA en el análisis del desenlace de la toma: “El M-19, sin embargo, calculó mal. La sorprendentemente rápida acción militar y el bajo perfil de Betancur durante la crisis cogieron al M-19 indefenso. En lugar de iniciar un largo proceso de negociación que le permitiera al M-19 hacer conocer sus demandas y finalmente llegar a un arreglo pacífico, el M-19 sufrió una aplastante derrota. Nosotros sospechamos que entre los muertos hubo algunos de los mejores tácticos y negociadores del M-19 que con toda seguridad habrían estado involucrados en una operación de esta naturaleza”.

“La guerrilla podría tomarse una embajada durante la Asamblea de la OEA”

Plantea finalmente el ente de inteligencia un panorama de lo que vendría e, incluso, sospecha que el M-19 estuviera planeando tomarse una embajada durante la Asamblea General de la OEA que se celebraría un mes después en Cartagena.

“Dos cursos de acción son probablemente los que le sigan a la fallida toma. El M-19 podría decidir quedarse abajo, lamer sus heridas y reconstruir la organización; o volver a la acción, pero con un objetivo más seguro, como una importante embajada de la próxima Conferencia de la OEA que se celebrará en Cartagena a principios de diciembre. Sospechamos que si el M-19 mantiene su credibilidad tanto con el público colombiano como con los grupos guerrilleros izquierdistas, los líderes M-19 optarían por una segunda operación, pero una que ataría de manos a los militares colombianos, como el secuestro de diplomáticos extranjeros”, se lee.

Finalmente, la CIA prevé que las acciones rebeldes del M-19 se incrementen: “esperamos que el M-19 continúe e incluso incremente su terrorismo a largo plazo, especialmente si los grupos guerrilleros comienzan a perder terreno con los esfuerzos de contrainsurgencia de las tropas colombianas. Uno de sus principales objetivos seguirá siendo afectar los intereses de Estados Unidos en Colombia. El M-19 se responsabilizó por una serie de atentados el 3 de septiembre, contra dos centros culturales estadounidenses-colombianos y la Embajada de Estados Unidos, y desde mediados de septiembre las amenazas del M-19 contra negocios estadounidenses e instalaciones diplomáticas aumentaron”.

“Los colombianos apáticos al narcotráfico”

En un reporte del 16 de junio de 1983, titulado “Las implicaciones para los Estados Unidos del tráfico de drogas en Colombia”, sorprende un aparte en lo elaborado por el organismo de inteligencia norteamericano, sobre todo si se tiene en cuenta el incontable número de víctimas que produjo el negocio de las drogas en el país, la desestabilización institucional y el reto que significó para el Estado colombiano el asunto de los grandes capos en esa década de los ochentas: “quizás el más básico impedimento para una acción más fuerte (contra el narcotráfico) es que los colombianos permanecen apáticos sobre la supresión del negocio de las drogas y lo ven como un problema de los Estados Unidos pero no de ellos”.

La CIA veía de esta manera el gran flagelo de corrupción que generó el multimillonario negocio de las drogas justo en su apogeo en el país: “la corrupción oficial es endémica en el sistema colombiano desde el advenimiento del narcotráfico. (…) Con los tremendos recursos a su disposición, los traficantes de drogas son capaces de comprar influencias en un nivel u otro, en casi cualquier ministerio o agencia gubernamental. Los funcionarios, especialmente los jueces, que han rechazado sobornos, han sido asesinados”.

En el reporte, se da cuenta de que la agencia central también analizaba el poder del negocio de las drogas entre los sectores políticos del Caribe: “la influencia política de los traficantes parece ser la más fuerte a nivel local, especialmente en las zonas más remotas y políticamente menos importantes como los departamentos de la Costa Norte como La Guajira, Cesar, Atlántico y Magdalena, y en la región oriental”.

“Avergonzados por la reputación de su país”

En el documento, la agencia de espionaje asegura que los colombianos que podían darse el lujo de viajar al extranjero “estaban avergonzados” del país: “el papel de Colombia en asuntos exteriores también ocupa un lugar destacado entre las prioridades de Betancur. Los colombianos de clase alta que viajan al extranjero están claramente avergonzados por la reputación de su país como una fuente de drogas y por la atención extra que atraen de los funcionarios de aduanas. (…) Betancur sin duda comparte esta vergüenza (…)”.

Se reportan además los empobrecidos recursos militares y policiales con que Colombia enfrentaba el gigante del narcotráfico en los ochentas: “otro y muy importante impedimento para un esfuerzo efectivo para suprimir el problema de los estupefacientes es el hecho de que las fuerzas colombianas de aplicación de la ley son extremadamente débiles; la Marina y la Guardia Costera son demasiado pequeñas para patrullar las costas contra el contrabando; El ejército y las órdenes de la Policía Nacional no se ejecutan realmente en la parte oriental del país, que está más allá del control gubernamental y donde las Farc y los cultivadores de coca operan con relativa impunidad (...)”.

En otro aparte, la CIA sentencia, sin ambages, que “entre bandidos rurales, matones urbanos y grupos terroristas, Colombia es probablemente la sociedad más violenta del continente”.

Y la conclusión sobre el panorama de la Colombia de los grandes capos es, por supuesto, pesimista:  “No vemos ninguna posibilidad de que el cultivo y el tráfico de estupefacientes en Colombia pueda ser suprimido y mantenido de esa manera -dada la ausencia de cultivos alternativos atractivos, el tamaño y la inaccesibilidad de las principales áreas de cultivo y, sobre todo, la rentabilidad del negocio- sin un sangriento, costoso y prolongado esfuerzo coercitivo. Y juzgamos que Bogotá seguirá sin querer aceptar este costo”.

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