El Heraldo
La zona boscosa de La Popa sirve para amainar las altas temperaturas de Cartagena. Javier García y Wilfred Arias
Bolívar

¡El Cerro de La Popa ya no aguanta más!

La situación social y ecológica es un grave problema para esta reserva natural que domina a Cartagena. Ninguno de los proyectos para salvarla han fructificado.

Una de las creencias populares en esta capital habla de que el Cerro de La Popa “el día menos pensado se nos va a venir encima”.

Lo cierto es que esta elevación que domina desde sus alturas a la ciudad y en los tiempos de la Colonia sirvió de refugio contra los ataques de piratas y corsarios sigue siendo una gran preocupación ecológica y urbana.

La Popa, cerro arriba, tiene decenas de historias y leyendas, pero es sobre todo un patrimonio ambiental e histórico de la ciudad, al que, pareciera, los gobernantes le han dado la espalda.

El ambientalista e historiador Rafael Vergara Navarro pregunta cuál será el límite de invasión del cerro, porque este crece día a día. Y fustiga: “¿Qué hacen las autoridades para impedir la continuidad de su ocupación? ¿Qué estudio están haciendo para no proceder a proteger el pulmón que es La Popa?”.

La leyenda

El cerro, considerado patrimonio histórico y zona de reserva ecológica, fue descubierto por los españoles en 1510 al ver lo que creyeron era una galera que se elevaba sobre el mar. Entre 1609 y 1611 se construyó el claustro convento de la Orden de los Agustinos Recoletos y en su capilla permanece la Virgen de La Candelaria, la patrona de la ciudad, que todos los años en febrero baja desde las alturas en una procesión concurrida, hasta la Ermita del Pie de La Popa.

La leyenda habla de que en un peñón, ubicado en las alturas, los indígenas y africanos esclavos hacían adoraciones a escondidas a una deidad llamada Buziriaco, que tenía la imagen parecida a un macho cabrío. A ese lugar de adoración ahora le llaman el Salto del Cabrón.

Los Agustinos Recoletos llegaron a “acabar con lo que se consideraba, en ese entonces, un rito satánico y construir una casa de Dios para vencer al demonio y alejarlo de aquella obra de la naturaleza.

La leyenda dice que, para impedir esta nueva posesión religiosa, Satán desató su furia con tormentas eléctricas y vendavales, entre otros fenómenos, pero si bien retrasó su construcción, no pudo evitarla.

Violencia y pandilla

Hoy, cientos de años después de ser descubierto, La Popa sigue soportando otras tempestades, pero no naturales, sino del hombre, de los depredadores, que pueden llegar a hacer lo que no pudo el diablo, en los tiempos de los españoles.

Una mujer habitante del barrio Torices, ubicado en la zona baja de las lomas del cerro, quien por la violencia que existe en el entorno prefirió guardar su identidad, cuenta que subir por los asentamientos que crecieron en las faldas “es casi un suicidio”.

¿La razón? En estas laderas se han formado pandillas juveniles que “azotan a sus propios vecinos” con ataques a mano armada o con puñal. “Roban y atracan y consumen drogas”, contó.
El caso más sonado de este fenómeno social ocurrió en abril pasado cuando, en un enfrentamiento de serie policíaca, el Chino Alex fue abatido por patrulleros de la Policía, luego de haber cometido un asalto a una tienda y al tratar de protegerse en ‘su reino’, cerro arriba.

Alexánder Rojas Espejo, a sus 23 años, era una triste leyenda del crimen. Como él, en estas casitas de madera y cartón y otras de material, donde campea la pobreza, hay muchos jóvenes sin oportunidades, que cayeron en el consumo de alucinógenos y en el hampa.

Proponen plan

El concejal César Pión, en el pasado período de sesiones, presentó un proyecto que pretende la recuperación definitiva del cerro. La iniciativa fue aprobada por la corporación y pretende la conformación de un comité o comisión que la desarrolle, desde la oficina de Planeación del Distrito.

El cabildante propone que en La Popa sea construido un mirador turístico, que se convierta en otro atractivo de la ciudad. Además, plantea que se frene la ocupación ilegal del cerro.

En 2012 el Tribunal Administrativo de Bolívar recriminó al Distrito de Cartagena por la ausencia de proyectos y programas para reubicar a las familias que ocupaban dichas laderas, las cuales estaban en zona considerada de alto riesgo. En ese entonces estimaban que eran unas 500.

Pión busca que monitoreen lo que ocurre allí y detengan, de una vez, el deterioro ambiental y el avance de la ocupación ilegal, proceso que desde los años 90 las autoridades tratan de frenar sin ningún resultado debido al nulo interés que ha existido.

Vergara dice que sin La Popa Cartagena sería un infierno, puesto que esta área boscosa sirve para amainar las altas temperaturas que la azotan.

Planes frustrados

Lo cierto es que los cartageneros se alarman cada vez que llueve a cántaros porque en las calles se riega toda la arena arcillosa que de la estructura natural se desprende.

El deterioro de la capa vegetal es evidente por la ocupación que se estima comenzó desde los años 50, cuando decenas de familias procedentes del sur de Bolívar y de Sucre crearon invasiones en las faldas del cerro.

En 1994 se fue anunciado un proyecto para el cerro que debía costar $13.000 millones, que contemplaba la reubicación de familias y la reforestación de 25 hectáreas.

En 2011 también diseñaron un plan de recuperación. Sin embargo, ninguno fructificó.

El proyecto de Pión contempla que la comisión de vigilancia y seguimiento de La Popa la integren las secretarías de Infraestructura, Planeación, Interior y Participación y Desarrollo Social; los directores del Establecimiento Público Ambiental, del Instituto de Patrimonio Cultural de Cartagena y de la Corporación de Turismo y el Jefe de la Oficina Jurídica, entre otros.

Un menor eleva cometa desde una de las 645 construcciones que particulares han levantado alrededor del cerro.

Actuar de inmediato

Sobre la iniciativa, el ambientalista Vergara asegura que es “una buena idea“, pero teme que “se quede en el papel, como tantas otras”.

Vergara insiste en que hay que actuar de inmediato y advierte que la situación de La Popa está sobrestudiada; sostiene que los planes de reubicación fracasan, en cierta medida, porque la gente regresa a los sitios de donde son sacadas por encontrarse en alto riesgo, o, en su defecto, llegan a estos lugares otras familias, con lo que el problema “parece inacabable”.

En 2011, un informe ambiental de la Contraloría Distrital indicaba que era urgente “enfrentar la problemática” generada por 645 construcciones que albergaban a 3.477 personas dentro de las 80 hectáreas que el Plan de Ordenamiento Territorial denominaba “conservación ambiental”.

Recomendaba también la atención con programas sociales para jóvenes en riesgo.

Cuatro años después La Popa, silenciosa, sigue soportando ya no los embates de Buziriaco, como dice la leyenda sino la destrucción de la mano del hombre.
 

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