El Heraldo
El templo de San Pedro Claver, en el centro histórico de Cartagena, fue construido entre 1580 y 1654. En 1995 fue declarado monumento nacional. Wilfred Arias
Bolívar

Boda y rumba con DJ para salvar la iglesia San Pedro Claver

La comunidad jesuita se alió con una firma organizadora de eventos para recuperar la cúpula construida hace 400 años en Cartagena.

Para salvar la cúpula de una iglesia de más de 400 cientos años, que en su nave central guarda el cuerpo embalsamado de un santo y que con el paso de los siglos se convirtió en símbolo de una ciudad de piedra, cualquier estrategia parece válida.

El padre jesuita Jorge Camacho entendió que las limosnas y los recaudos por las fotografías de los turistas con la guacamaya del patio, durante el recorrido por el claustro, no eran suficientes para pagar los trabajos de conservación y restauración de la centenaria bóveda en forma de media esfera.

Como medida de precaución, a la cúpula le fue puesta una malla que evita que le caigan pedazos a los asistentes a las misas o a los turistas que llegan a ver a San Pedro Claver, cuyo cuerpo embalsamado se encuentra en una urna de cristal en el altar mayor. Este templo fue construido entre 1580 y 1654, y en 1995 fue declarado monumento nacional.

El deterioro. Los vientos salitrosos, la humedad y la falta de presupuesto para un mantenimiento adecuado han resquebrajado las columnas de la cúpula, que durante el invierno filtra el agua por sus estructuras aéreas, lo que produce el encharcamiento del templo. El padre Camacho ha tocado todas las puertas terrenales, y quizá hasta las del cielo, para salvar la cúpula que le ha dado la vuelta al mundo en folletos, documentales, periódicos y revistas que identifican la magia de una ciudad que como Cartagena creció a orillas del mar Caribe.

Pero nadie parece conmoverse con lo que sucede, a pesar de que la construcción hace parte de la belleza arquitectónica e historia que tanto prestigio le ha dado a la Heroica. Solo quienes todos los días están debajo de ella saben el peligro que corren, especialmente cuando desde las alturas les cae una arenilla helada, de unos hierros podridos que no resisten más, y que alerta del colapso que pudiera desatarse si no hacen algo y a tiempo.

Jairo Pacheco lleva 20 años trabajando en el santuario en oficios varios. Él ha visto cómo se ha ido deteriorando la cúpula.

Le duele que los turistas de hoy no sea tan generosos como en otros tiempos, cuando los veraneantes llegaban de todo el mundo para conocer el santuario y no solo daban dinero personalmente, sino que se comprometían a enviar más partidas desde sus países de origen y cumplían. “Antes eran más bondadosos”, dice Pacheco.

Las estructuras están resquebrajadas.

Los costos. El padre Camacho asegura que la rehabilitación total de la cúpula tiene un costo que va entre los 600 y 1.000 millones de pesos.

Explica que antes de que empezara a regir la Ley de Garantías, por las elecciones de octubre próximo, firmaron un convenio con la Gobernación de Bolívar por 250 millones de pesos para trabajos de mantenimiento, que ayudarán a evitar el progresivo deterioro de la estructura.

La recuperación total del claustro vale 17.000 millones de pesos, de acuerdo con un estudio que el sacerdote contrató.

Ante semejantes costos y a sabiendas de que el monto no le iba a caer del cielo ni le llegaría fácilmente de la tierra, el padre Camacho no podía quedarse de brazos cruzados.

Debido al poco éxito de las reuniones con empresarios y a la lejana esperanza de la llegada de partidas gubernamentales, decidió sacarle provecho a una herramienta del marketing moderno, en beneficio de la que hace cientos de años fue la casa de Pedro Claver Corberó, el misionero y sacerdote jesuita español que se encargaba de aliviar el sufrimiento de los esclavos en este puerto.

La estrategia. El padre Camacho recordó que, hace también muchos años, las familias pudientes cartageneras se casaban en el templo y alquilaban los patios del inmueble para festejar el enlace con sus amigos.

Por ello, en medio de la crisis surgió la estrategia terrenal para salvar la cúpula de raíz celestial: conociendo lo que sucedió en el pasado y viendo el auge de las bodas en Cartagena, especialmente en la iglesia de San Pedro Claver, el padre Camacho decidió abrir una oficina de organizadores profesionales de matrimonios, en la que ofrecieran los patios del santuario para realizar las recepciones. El paso siguiente fue contactar a dos expertos en estos menesteres, los esposos Regina Brieva y Fulgencio Henríquez, que empezaron a trabajar en un área del despacho parroquial, al lado de donde atienden a los solicitantes de servicios de enlaces matrimoniales.

Música y ‘horas locas’. Hoy a los novios les ofrecen los servicios de música para la ceremonia, fotografía, video, arreglo de la iglesia, comida,  meseros, entre otros.

Los esposos Henríquez Brieva explican que el mercadeo y alquiler del santuario para las bodas es una “idea creativa” para salvar toda la centenaria estructura. La organización creó la página web www.bodasyglamour.com en la que se pueden bajar videos y fotos de las fiestas en el Patio del Pozo de la antiquísima edificación. A través de ella se hacen los contactos para las bodas.

A la fecha han organizado 12 festejos, 7 de ellos de parejas provenientes de países como Suiza, Francia, Brasil, Canadá, EE.UU. y Australia. “Estamos felices, nunca imaginamos una boda como la realizada. Todo fue espléndido y en una ciudad mágica y hermosa”, se lee en el sitio web. A los patios del santuario durante las fiestas llevan música, DJ, juego de luces y hasta las tradicionales ‘horas locas’. Todo, claro está, sucede mientras en los pisos superiores de la colonial estructura duermen ocho sacerdotes.

Regina Brieva dice que el alquiler para una recepción cuesta tres millones de pesos. De este canon, el santuario San Pedro Claver recibe un porcentaje, que se suma a limosnas e ingresos por visita de turistas, con destino a los trabajos que la cúpula y el santuario requieren.

Los patios tienen capacidad para albergar hasta 200 invitados. Henríquez asegura que renovar la idea de disponer del sitio para celebraciones matrimoniales ha tenido éxito.

Más obras. A menos de un año de iniciar el negocio están pensando en recuperar otros lugares que igualmente se encuentran deteriorados.

El padre Jorge Camacho suele tener una conversación con los novios, les explica el sentido social que tiene la idea y les reafirma que este no solo es un asunto comercial, sino que hay un propósito altruista.

Muchos se “alegran al saberlo”. Cuenta Regina Brieva, que varias parejas han pedido a sus invitados que la ‘lluvia de sobres’ sea en regalos para las obras sociales que llevan a cabo los sacerdotes de esta iglesia.

Entonces, en vez de dinero, les regalan lentejas, arroz, azúcar y café, entre otros productos, para que los repartan entre las comunidades pobres que los jesuitas atienden en las barriadas cartageneras, donde no hay turismo pero sí muchas necesidades.

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