El Heraldo
El puerto de Achí , a orillas del Magdalena, se paraliza a las 6 p.m. por orden de la banda criminal. Javier García
Bolívar

El Clan Úsuga impone su ley en el sur de Bolívar

La banda criminal extorsiona desde los ganaderos hasta los maestros y les tiene prohibido a los tenderos que vendan provisiones a la fuerza pública. Otras poblaciones del sur del Bolívar también están bajo su amenaza.

Luego de tres largas horas en chalupa desde Magangué, por un río Magdalena de bajo caudal debido de la intensa sequía en la región, aparece un pueblito hirviente, de calles polvorientas. Es Achí, en la parte ancha del cono sur de Bolívar.

Para llegar a estas tierras áridas y devastadas por la falta de lluvias, desde Cartagena hay que iniciar de madrugada una travesía por auto y río. Son unas ocho horas de viajes, pasando por el puerto pesquero de Magangué.

La chalupa va llena de campesinos, con sus bultos de yuca, sus gallos de pelea, sus pescados recién sacados del río y los chécheres personales.

Para un citadino acostumbrado a los parques, comer helado en el centro comercial y ver cine en aire acondicionado, es, ni más ni menos, un viaje a otro mundo.

El silencio que emana del río Magdalena durante el viaje apenas lo interrumpe una bandada de aves de canto corto y vuelo veloz.

Sí. Achí es otro mundo. Desde la margen opuesta del río, en la población de Guaranda, Sucre, llegan oleadas de  vallenatos y música ranchera que suenan a rabiar en un picó de parlantes destartalados. Por aquí la gente no habla mucho. O se abstienen de hacerlo cuando ven que desembarcan forasteros. Han pasado tantas cosas en Achí y viene tanta gente, con toda clase de intenciones, que los pobladores prefieren ser prudentes.

Aun así, bajo las calderas del inclemente sol, es fácil detectar que en Achí algo pasa.

Una vez en tierra, la primera advertencia es “tengan cuidado”. La información es que en la zona está presente el llamado Clan Úsuga, una de las bandas criminales que operan en el país.

Temor de todos. Al llegar a esta parte de La Mojana, en plena celebración de las fiestas patronales en honor a San José, se nota que hay intranquilidad.

Así se siente en el área urbana, pero la situación más delicada está en sus corregimientos y veredas, donde la gente empieza a recogerse en sus casas a la 6 p.m., pese a las festividades.

Los fieles católicos asisten a la tradicional misa en honor al Santo del pueblo y cada quien eleva sus plegarias por el bienestar y la seguridad de los suyos. “No son buenos tiempos”, cuentan. “El peligro abunda”, dicen.

Del municipio, por orden del Clan Úsuga, no sale ninguna lancha después de esa hora. Ni tampoco llega nadie. La orden también es que en la zona rural no se mueva un carro al caer la noche. Es una especie de ‘toque de queda’.

Aquí viven con ciertos temores. Así lo confirma el alcalde municipal, Walter Villacob Hernández, quien confiesa que evita los desplazamientos a corregimientos y veredas por el dominio y la amenaza de esta organización criminal.

La injerencia del Clan Úsuga es tal, que no es ajena al sector educativo. Sus funcionarios deben vivir entre amenazas y extorsiones.

“No hay una cuota fija, todo depende del sueldo que gane un profesor”, denuncian los afectados.

Aunque no se atreven a decirlo abiertamente, los docentes asisten temerosos a las escuelas veredales. Cargan con el lastre de pagar ‘vacunas’ para que no atenten contra ellos o sus familias.

Extorsiones. Villacob dice que esta situación la ha expuesto en los consejos de Seguridad Departamental y de Justicia Transicional. Sin embargo, acepta que hasta el momento el “panorama sigue siendo preocupante”.

El mandatario explica que en los 20 corregimientos y cerca de 63 veredas que conforman Achí hay 12 instituciones educativas. En estas faltan 15 docentes.

Una funcionaria municipal, que también prefiere mantener su nombre en reserva, cuentan que los maestros “trabajan en medio de la zozobra”. Como ha ocurrido en varios casos, es factible que renuncien por temor a sufrir un ataque.

Hace dos años una funcionaria encargada de una campaña pedagógica en las veredas, dirigida a los jóvenes y adolescentes, tuvo que dejarse fotografiar por miembros del Clan Úsuga para poder ingresar a la zona. Fue la condición para dejarla pasar.

Desde ese entonces la mayoría de los funcionarios prefieren no ir al área rural.

En veredas como Peluá y Barranquillita las clases aún no comienzan. Además, en Río Nuevo, Las Luisas y Bomba faltan docentes.

El alcalde señala que es tal el temor que 10 de sus funcionarios estuvieron a punto de renunciar en 2014, por amenazas. De estos uno no aguantó y dejó el cargo.

Otras víctimas de los Úsuga son los ganaderos que deben pagar extorsiones para que les permitan transitar con sus reses. “Son 10.000 pesos diarios por cada una”, revelan.

Al mismo tiempo, conoció EL HERALDO, la banda criminal no permite que los tenderos les vendan sus productos a la fuerza pública. Quienes se atrevan a desafiar la orden “tienen una lápida sobre sus cabezas”, cuenta un hombre casi que en un susurro para que ni las paredes oigan su denuncia.

Oro y no estudios. William Calderón, coordinador regional de la ONG Red Nacional de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra, Redepaz, quien lleva ocho años estudiando la situación del sur de Bolívar, revela que un 35% de los estudiantes, de entre 13 y 15 años, abandona las clases en esta zona del país.

Deciden dejar los libros y las clases para ponerse a trabajar en las minas de oro, que, para nadie es un secreto, también domina el Clan Úsuga.

La deserción escolar se da en poblaciones como Tiquisio, Norosí, Morales, Montecristo, Río Viejo, Barranco de Loba y Hatillo de Loba, entre otras. En el caso de Achí, aunque no hay minas de oro, algunos jóvenes también comienzan a ser tentados por estas prácticas y dejan sus familias.

De acuerdo con Redepaz, a los jóvenes les resultan “más atractivas” las ganancias derivadas de la venta de gramos de oro, que finalizar los estudios.

“Debe tenerse en cuenta que estos jóvenes, en la mayoría de los casos, inician su formación escolar a una edad mucho más avanzada de lo que ocurre habitualmente en otras regiones. Ante este entorno, algunos muchachos prefieren dedicarse a labores en las minas de oro que seguir con sus clases”, recalca Calderón.

Otro porcentaje, aunque más reducido, decide hacer parte de estas organizaciones criminales, señalan los estudios de Redepaz.

El alcalde admite que la deserción escolar no ha sido ajena a su municipio, pero desconoce cifras puntuales.

“Lo preocupante es que la cifra no es oficial. Sabemos que existe la deserción escolar, pero la gente es muy temerosa al momento de suministrar los datos que permitan obtener estas estadísticas. Hemos intentado hacerlo por medio de la Personería, pero no ha sido posible”, señala Villacob.

Así, mientras las autoridades toman medidas para recobrar la tranquilidad en Achí, la comunidad “vive hoy muy preocupada”, como afirma el hombre que, temeroso, habla en susurro.

Habla la fuerza pública

El coronel David Navia, comandante del Batallón de Infantería número 4 en el sur de Bolívar, dice que en Tiquisio la minería se ha convertido en la principal fuente de sustento familiar. Expresa que los jóvenes prefieren dedicarse a esa actividad antes que finalizar los estudios. El oficial admite que lo más preocupante son las extorsiones de bandas criminales a los propietarios de minas y trabajadores de estas. De acuerdo con Navia, en Achí, Montecristo y Tiquisio las cobran las Autodefensas Gaitanistas del bloque Héroes del Sur del Clan Úsuga, bajo el mando de alias Jonathan. Recientemente capturaron a El Flaco Pajón, quien extorsionaba en Puerto Pajón. También detuvieron a alias Chino Mico. El Batallón de Infantería número 4 está tras la pista de los cabecillas Jonathan y Samir. Sobre las extorsiones a docentes, el comandante manifiesta que no ha recibido denuncias concretas. Y respecto a lo del ‘toque de queda’ impuesto por los Úsuga comenta que “estamos investigando”.

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