La vida, con frecuencia, nos presenta situaciones que pueden llegar a ser bastante complicadas e incluso tornarse agobiantes y estresantes, especialmente si no tenemos el control de ellas. Mientras esperamos su resolución, nos consume la angustia y no tenemos cabeza para nada más. Hasta que finalmente escuchamos esa frase de alivio que nos dice que todo, por lo menos en esa ocasión, ha salido perfecto:
1. Usted, uno de esos pocos hombres desjuiciados que aún existen, acude al médico con sudor en la frente, le cuenta su problema, le hace el examen respectivo, escribe en su hoja clínica el diagnóstico, levanta la cabeza hacia usted, lo mira con seriedad, mientras usted empieza a cagarse del susto, cuando de pronto escucha: “Fresco, mijo. Por ahora eso sale con antibióticos. La próxima, no sea pendejo y use un condón”.
2. Pide en su oficina la certificación laboral, va al banco a que le roben $10.000 en promedio por la copia de los extractos, saca (por enésima vez en su vida) una fotocopia de su cédula ampliada al 200%, hace una fila inmensa en la DIAN para pedir un ed de ingresos del año anterior, compra un sobre de manila para guardar todos esos papeles y otros varios más y lo entrega en una ventanilla. A los tres días, recibe la esperada llamada: “Su crédito ha sido aprobado”.
3. Está en un patio grandísimo junto con otros 100 tipos, todos con los boxers hasta las rodillas . De pronto, una doctora se le acerca y, con un guante amarillo que dejó de ser blanco por lo menos hace un par de semanas, le examina sus partes nobles, anota algo en su libreta y le dice al sargento que la acompaña: “Negativo, no es apto para el servicio”.
4. Está durmiendo como un bebé. De pronto, un sacudón lo despierta abruptamente. Mira a su lado y ve los rostros angustiados de 100 personas sentadas a su alrededor, la mayoría con los ojos cerrados y sus brazos aferrándose a sus asientos. Experimenta una sensación de caída que le envía un mensaje clarísimo: está a segundos de perder la vida, ese arrocito en bajo que estaba a punto de concretar… se perdió. De pronto, todo se calma. Escucha una especie de timbre seguido de una voz que dice: “Señores pasajeros, acabamos de experimentar pequeñas turbulencias en el vuelo debido a unas pocas nubes de lluvia. A partir de este momento, el horizonte nos muestra un cielo totalmente despejado. Relájese y disfrute del vuelo. Gracias por viajar con nosotros”.
5. Espera impacientemente en una sala al aire libre cubierta por un techo transparente para protegerla de la lluvia. Aun cuando hay sillas, prefiere quedarse de pie, caminando de un lugar a otro hasta que escucha que llaman su nombre por altoparlantes. Se dirige a una ventanilla de vidrios blindados, toma un teléfono para comunicarse con la persona que se encuentra al otro lado y no puede evitar dejar de sentirse como un presidiario de película de Hollywood que está recibiendo una visita. Entrega sus papeles, les hacen varias preguntas a las que usted intenta responder sin demostrar nerviosismo. Examina la cara de su interlocutor para intentar vislumbrar si todo va por buen camino. De pronto, el funcionario lo mira detenidamente con una cara impecable de jugador de póquer y le anuncia: “Su visa ha sido aprobada por cinco años. Por favor diríjase al cubículo de Domesa para tramitar la entrega”. [Basado en hechos reales ocurridos a un tercero. A mí esos #”!$#” gringos me negaron la visa]
6. “¿Y si se arrepiente y me hace quedar como un zapato delante de todo el mundo? Uy, ya le están preguntando. Ni modo que diga que no, ¿cierto? Es jodida y no sería la primera vez que me haga una cagada, pero no creo que llegue a tanto… ¿o sí?”. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos y concentrado en no orinarse que no oyó lo que ella dijo pero le entra un fresquito cuando el cura dice: “… entonces, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia”.
7. Usted está esperando en el pasillo rodeado de otros compañeros. Sólo unos pocos se atreven a hablar entre ellos porque la mayoría está ensimismado en sus propios pensamientos ideando qué decir o hacer para que el castigo de sus padres no sea tan grave en caso de que todo salga mal. De pronto, escucha que lo llaman y, con un caminado ansioso, ingresa en el salón. Se sienta frente al escritorio mientras su interlocutor examina unos papeles con el ceño fruncido, toma un marcador rojo (¡un marcador rojo!... #”!$# vida) y escribe algo en ellos. Se los pasa mientras lo mira seriamente a los ojos y, de pronto, una sonrisa aparece en su rostro y le dice: “Fresco, Villanueva. Pasó la habilitación, raspando pero pasó. ¡No se tiró el año!”.
8. Mientras el corazón le late a 1000 kph y está rodeado de polvo, lo único que pasa por su cabeza es: “Nojoda, las cosas que tiene que pasar uno por un polvito”. Desde su incómoda posición, lo único que puede ver son zapatos que van y vienen. Pero las voces son muy claras, demasiado claras, demasiado cercanas (“! Ay, Dios mío!”). Después de cinco minutos, que a usted le parecieron décadas, escucha la melodiosa y aliviada voz de su novia: “Mi vida, dale, ya puedes salir de debajo de la cama. Mis papás se fueron”.
9. No hay nadie en el auditorio que esté con cara de tranquilidad. Por la cabeza de todos pasa un único pensamiento: “por favor, nosotros no”. De pronto, el presidente sube al estrado y empieza a leer: “…Contabilidad, Investigación y Desarrollo, Recursos Humanos, Proyectos Especiales son las áreas en las que, desafortunadamente, un recorte de personal es requerido. En las demás, por ser indispensables para el sostenimiento de la compañía, no se llevarán a cabo cambios”. Por supuesto, da alivio si su área es de las que no está en la lista.
10. Usted da vueltas en su cuarto sin saber qué hacer o a quién llamar. Se imagina cómo le va a decir a sus papás. Piensa en qué dirán sus amigos. Hace una lista mental de todas esas niñas a las que ya no les va a poder hacer la vuelta. Hace cuentas a ver si con lo que gana le va a ir bien. De pronto, suena el teléfono, usted lo contesta casi que sin dejarlo timbrar y escucha la voz de su novia “Hola, mi vida. Tranquilo, ya me llegó”.
11. Y una ñapa para recordar esas viejas épocas. “Carrillo, Torregrosa, Vanegas: ¡los quiero en la oficina del Rector ya! Villanueva, se salvó, ¡vaya para clase en este instante!”. [Cambie Villanueva por su propio apellido].
Es obvio preocuparse cuando se tienen problemas. Pero, si la solución no está en nuestras manos, si no hay nada que podamos hacer/dejar-de-hacer para solucionarlo, si es necesario darle tiempo al tiempo, pues entonces no vale la pena estresarse. Tenga siempre presente que, con seguridad, al final, escuchará una frase de alivio que le hará ver que de nada valió haberse preocupado tanto.
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