La Transformación Alemana
Jorge Valdano, un conocido filósofo del fútbol, dijo alguna vez que este deporte no pasa por los lugares, sino que se queda a vivir en ellos y, por esta razón, los pueblos terminan jugando como son. Afirmó además que las naciones que han sido más exitosas en la Copa del Mundo lo han sido precisamente porque han interpretado mejor en el campo una manera de ser.
Quince de veinte títulos mundiales se dividen entre cuatro sempiternos candidatos: Brasil, Alemania, Italia y Argentina. Podría decirse que el estilo histórico de estas escuadras se asemeja a las idiosincracias de sus países. Brasil ha sido (hasta hace poco al menos) samba y alegría, practicando un juego brillante, ofensivo y alegre, sin especial cuidado a lo defensivo y lo táctico. Alemania se mostró siempre tozuda y física, perseverante y temible a la vez, producto de un país que fue protagonista en los dos conflictos bélicos más grandes de la historia. Italia, un país siempre invadido, se convirtió en el paradigma del fútbol defensivo y del contragolpe inesperado, recurriendo al catenaccio como fórmula de éxito. Argentina, por su parte, se ha debatido siempre entre el talento de finísimos jugadores y la fogosidad de sus escuadras. Esto no es sorpresa viniendo del país de Gardel; el mismo país que ha sufrido incontables revoluciones sociales. En fin, lo visto en la la cancha ha mostrado las realidades de esos países. ¿Pero qué pasa cuando los países cambian?
En otro tiempo, Alemania fue el archivillano que amenazó con apoderarse del mundo, arrasando con todo lo que encontraba a su paso. El blitzkrieg desplegado por los ejércitos teutones tuvieron su contraparte en lo futbolístico durante casi 60 años después de la caída del Tercer Reich. Una fuerza ambiciosa, casi imparable, arrolladora y mortífera, mas terriblemente aburrida. Sus equipos parecían apostarle todo a la potencia física, a la combatividad, teniendo en el juego aéreo su arma predilecta. En palabras del escritor David Winner, el Darth Vader de las naciones futbolísticas.
La Alemania de hoy es muy distinta: un país moderno e innovador, no exento de la férrea disciplina que los ha caracterizado. Sin embargo, es una nación sorprendentemente alegre, con gentes más cálidas de lo que uno podría imaginarse. Hoy por hoy Alemania ocupa lugares de privilegio en los rankings de felicidad, a la vez haciéndose el control económico de Europa gracias a su solvencia y ortodoxia fiscal. Esa es la Alemania de hoy; su excelente equipo, coronado ayer como campeón del mundo, refleja ese cambio. La nombrada disciplina y el poderío físico siempre serán piedra angular en las escuadras teutonas, mas hemos visto un crecimiento notable en términos de técnica individual y, sobre todo, colectiva. Este equipo le ha dado prioridad al buen trato de la pelota, con triangulación y relevos constantes, poseedores de una fluidez que por pasajes nos recuerda al FC Barcelona. Difícilmente encontraremos a un Messi en este equipo, pero al parecer no fue necesario. Por otra parte, Brasil nos mostró la otra cara de la moneda: un equipo chocador y con poco campo para la imaginación, contrario a quienes habitan ese hermoso país. El fracaso no se hizo esperar y, cuando menos, puedo pensar en siete razones para replantear esa posición.
Las águilas germanas son sólidas desde el fondo con Neuer, prenda de garantía en el arco. Un arquero serio y seguro, pero a la vez valiente en las salidas y con un buen juego con los pies. En la zaga destacan la solvencia y el juego aéreo de Mats Hummels y la constante proyección de Phillip Lahm, quien además es un estupendo líder. En el medio campo se puede observar la mayor evolución, con jugadores polivalentes como Khedira, excelentes lanzadores como Schweinsteiger, creativos como Kroos y finísmos talentos del calibre de Ozil y Mario Gotze. Por si fuera poco, los campeones están apuntalados arriba por la experiencia de Miroslav Klose y la flexibilidad, potencia y olfato goleador de Thomas Muller, quien parece crecerse cada vez que viste esta casaca.
Contraria a la opinión del kaiser Beckenbauer, quien estaba en contra de esta transformación, la historia parece indicar que cambiar fue lo mejor que los alemanes pudieron hacer. Como siempre sucede, el cambio no fue fácil y hubo tropiezos en el camino, mas el tetracampeonato es el premio al saber reinterpretar una forma de ser. Tal vez ellos también leyeron a Valdano...
¡Felicitaciones al Campeón!