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El Hijo Pródigo

Luego de ver a nuestra Selección caer una vez más ante un Brasil que ya no intimida como antes, no pude sacarme una idea la cabeza: la Parábola del Hijo Pródigo. Sí, leyeron bien. Tras noventa minutos me sentí de regreso en la clase de religión de un colegio católico, escuchando sobre el hijo que se rebela frente al padre, la vida lo trata como los perros y finalmente, vuelve bajo la protección de su progenitor. Como hinchas de la Selección, por más escozor que nos cause, debemos reconocer que la paternidad que los auriverdes han tenido -y siguen teniendo- sobre nosotros es abrumadora. Los números no mienten: 17 derrotas y 8 empates en 27 juegos. ¿Alguna duda? Es cierto que se lograron dos victorias ante los pentacampeones, mas en ambas ocasiones Brasil no contó con buena parte de sus figuras. En 1985, Víctor Lugo anotó el solitario 1-0 del amistoso en Bogotá ante una verdeamarelha que extrañó a Sócrates y Zico, acumulando su primera derrota ante los nuestros. Por su parte, Viña del Mar fue el escenario de nuestra única victoria competitiva frente a la canarinha, tras dos golazos de Anthony De Avila y Arnoldo Iguarán. Igualmente vale anotar que Brasil no llevó su mejor elenco a aquella Copa América de 1991, mas le alcanzó para llevarse el subcampeonato. Estas victorias aisladas fueron pilatunas; travesuras que quedaron en anécdota, sin que la autoridad de nuestro verdeamarillo padre dejara de cuestionarse. Aún perdura la leyenda de los éxitos mundialistas; aún seguimos siendo alimentados con historias de los cracks brasileños que pasaron por nuestra liga; aún muchos consideran a Brasil el equipo de todos. Volviendo al cotejo de ayer, Brasil lució mejor que en su fallido mundial, pero no deja de estar lejos de aquellos equipos de antaño. Tal vez ese el problema: aquellos equipos de antaño. Aquellos que nuestros abuelos y padres adoptaron como suyos, hasta el punto de "declararse brasileros", práctica oportunista que aún en el presente es común. Tal vez nuestros padres y abuelos son el problema, al crearnos un mito de invencibilidad que seguimos cargando a cuestas y mirarnos con desdén cuando nos atrevemos a cuestionarlo. El formidable grupo de jugadores que conforman nuestra actual Selección fue criado bajo la sombra de ese mito pastelero. El mismo mito contra el cual se han estrellado dos veces en dos meses, habiendo contado con argumentos futbolísticos de sobra para empezar a desmontarlo. Este es un Brasil que ya no asusta. Aún así, fue suficiente para vencer a una Colombia que perdió la chispa tras la expulsión de Juan Guillermo Cuadrado. Sin duda, el de Necoclí fue nuestro mejor hombre. Mostró el atrevimiento, imaginación y cambio de ritmo del que carecieron sus compañeros, distantes del nivel exhibido en aquel mes mágico en tierras brasileñas. Pero como siempre, cualquier altanería contra el padre debe ser castigada y anoche no fue la excepción. La expulsión fue bastante rigurosa y cambió el curso de un partido que lució relativamente parejo durante 50 minutos. Si bien Brasil llegaba con mayor claridad y Neymar inquietaba con su habilidad e imaginación, Colombia tuvo sus momentos y encontró en la media distancia su arma predilecta. Nuestras aproximaciones fueron producto de remates desde el borde del área o por fuera de la misma, donde James, Cuadrado y Zúñiga probaron suerte sin éxito. Faltó esa acción genial, ese pase con ventaja, esa pelota de gol, ese remate impredecible para generar situaciones que revistieran más peligro; en pocas palabras, faltó el James Rodríguez del Mundial. El diez merengue no tuvo mayor impacto, al ser de nuevo confinado a jugar por la banda. Pudiendo hacer más daño por el centro, lo ubicaron tarde en esa zona, cuando ya nos encontrábamos en desventaja numérica. Al final fue sustituido tras una actuación intrascendente. Un discreto Jackson Martínez no fue el goleador que fulminó a Japón. Lo más notable de Teo Gutiérrez, quien la está rompiendo en River, fue un patadón merecedor de tarjeta roja. Por su parte, Falcao malogró una clara oportunidad en los últimos minutos. En fin, se esperaba más de un equipo que arrinconó a Brasil hace apenas dos meses y que, con un mejor árbitro, hubiese podido sacarlos de su mundial. Anoche se señaló de nuevo al hombre de negro, mas este fue sólo un mero ejecutor de una voluntad paterna, sentenciada por el golazo de tiro libre de Neymar. El camino a Rusia 2018 arranca el otro año y Brasil es un rival directo en la eliminatoria. Ya es tiempo de rebelarse frente a ese padre futbolístico que reverenciamos tanto y empezar a revertir la historia. El momento es ahora, al contar con una generación privilegiada, mientras los tiempos son de relativa sequía en Brasil. Hay que salir a ganar por encima de todo. Hay que olvidarse del cuento del árbitro, de la FIFA, de Pelé, de Garrincha, de Zico, y quién sabe de cuantos más. Hay que olvidarse de la parábola del Hijo Pródigo. En últimas, cuestionar al padre no implica dejarlo de querer, en caso de que nuestros progenitores estén leyendo.... Saludos!

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