Con las Botas Puestas
Emociones encontradas; esto es lo que ha dejado la eliminación de un inolvidable equipo de Colombia, tras caer contra el anfitrión en un ardoroso juego. Alegría y tristeza; orgullo y rabia; nostalgia y esperanza.
Regresar al mundial luego de 16 largos años ha sido una alegría impresionante, más aún al ser protagonistas del mismo. Sumamos cuatro triunfos, equivalentes a doce puntos, lo cual es más de lo que teníamos al sumar la totalidad de nuestras cuatro apariciones anteriores. Se superó ampliamente lo realizado por cualquier escuadra colombiana en la historia, al conseguir un más que digno quinto lugar. Así mismo, el juego exhibido fue notable, tanto en lo individual como en lo colectivo, que era lo que más se le reclamó a este equipo en la eliminatoria. Tuvimos en James Rodríguez a un excepcional talento, digno de un probable botín de oro, que hubiese podido sumarse al premio de mejor jugador del certamen de haber jugado dos partidos más.Todo esto adquiere más valor si se tiene en cuenta que llegamos cargados de dudas, al no contar con nuestro máximo referente ofensivo; fue tal la importancia de lo mostrado en Brasil, que por tres semanas olvidamos al gran Radamel Falcao.
Por otro lado, está la tristeza de renunciar a un sueño, distante en un principio, que se fue haciendo más cercano con cada gol, con cada victoria, con cada presentación de este equipo. Se hicieron atrás los complejos de antaño y lamentablemente se perdió contra un rival al que se equiparó en términos de juego, mas la experiencia y oficio de los brasileños, sumada a la complacencia de un juez alineado con el establishment de la FIFA, terminaron por imponerse. Definitivamente, el nerviosismo del primer tiempo nos jugó una mala pasada, más allá del hombre de negro, donde el gol tempranero y la superioridad entre los minutos 15 y 35 fueron suficientes para sacarnos de la copa.
Pese a la derrota, somos conscientes de que el tiempo se encargará de darle la verdadera dimensión a lo conseguido: la imagen dejada por Pekerman y su equipo es motivo de gran orgullo. Fuimos el equipo de quienes no tenían equipo; levantamos la bandera del buen trato a la pelota; practicamos un fútbol alegre y de técnica depurada, lejos de lo especulativo. Por si fuera poco, fuimos un ejemplo de juego limpio. De no ser por la infortunada infracción de Camilo Zúñiga, que terminó en la lesión de Neymar, estoy convencido de que hubiésemos sido firmes candidatos al premio FIFA al Fair Play. Más importante aún, dimos un giro en cuanto a la percepción que el mundo tiene del país. Hoy, miles de niños sueñan impactar el balón como James Rodríguez, regatear rivales como Juan Guillermo Cuadrado y por que no, bailar como Pablo Armero. Hoy somos reconocidos por nuestro excelente equipo, haciendo olvidar, aunque sea por un momento, a los hampones y malandros que tanto daño le han hecho a la imagen de Colombia.
De rabia e impotencia es el sentimiento al ver ciertas decisiones arbitrales que estrangularon cualquier posibilidad de triunfo de los nuestros. Sufrimos al ver a James y Cuadrado machacados ante la pasividad del juez español. Nos paramos de cabeza al ver cómo anulaban por fuera de juego un gol donde la pelota la baja un contrario. El mismo que nos marcara un gol de tiro libre tres minutos después. Golazo, eso sí, pero producto de una falta que no existió. Lanzamos todo tipo de improperios contra la TV al ver cómo le perdonaron la trajeta roja a Julio César tras el clamoroso penalty a Carlos Bacca. Lo cierto es que los pentacampeones, más siendo siendo locales, le representan un gran atractivo en términos económicos y de mercadeo a la FIFA, atractivos que sabíamos iban a ser protegidos a como diera lugar.
Luego de la efervescencia del momento, llega la nostalgia. Nostalgia por las tardes felices que este seleccionado nos brindó. Nostalgia de no contar más con un portento como Mario Yepes en la defensa y por la despedida de un gran profesional como Faryd Mondragón, quien quedó en la historia gracias a su récord de longevidad en las copas del mundo. Sin embargo, está la esperanza de un futuro que parece no tener límites. James Rodríguez tiene sólo 22 años. Juan Fernando Quintero, el próximo gran talento, apenas 21. De igual forma, buena parte de esta plantilla estará en Rusia 2018.
Al final, escojo quedarme con una imagen. La imagen de una Colombia rampante durante el segundo tiempo ante los auriverdes. Un equipo que arrinconó a los locales, los todopoderosos pentacampeones, quienes terminaron pidiendo tiempo. Un equipo que perdió con dignidad; con las botas puestas. Por eso el recibimiento de héroes. Por eso los merecedísmos elogios.
Gracias a José Pekerman y este grupo de muchachos por enseñarnos que es válido soñar, que nos está vencido el que lucha y que nunca, nunca jamás hay que quitarse los botas. Hasta la próxima.